viernes, 15 de octubre de 2010

Divina Metafísica


La metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Immanuel Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto ("cuando emite un juicio sintético sobre un asunto") que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano.

La metafísica aborda problemas centrales de la filosofía, como lo son los fundamentos de la estructura de la realidad y el sentido y finalidad última de todo ser, todo lo cual se sustenta en el llamado principio de no contradicción.

El principio de no contradicción, o a veces llamado principio de contradicción, es un principio clásico de la lógica y la filosofía, según el cual una proposición y su negación no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo y en el mismo sentido. El principio también tiene una versión ontológica: nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido; y una versión doxástica: nadie puede creer al mismo tiempo y en el mismo sentido una proposición y su negación. El principio de no contradicción es, junto con el principio de identidad y el principio del tercero excluido, una de las leyes clásicas del pensamiento.


Introducción.

El estudio sobre la existencia de Dios como causa última de la realidad o, lo que es lo mismo, la teológica, es uno de los tópicos fundamentales de la metafísica tradicional. Y es, además, universalmente aceptado que dicho estudio forma parte del mundo metafísico.

Podemos inferir esta afirmación de la siguiente manera:

(1) Toda afirmación metafísica escapará siempre a cualquier tipo de experimentación, ya que no puede haber experiencias sensibles sobre la misma [por definición de metafísica].

(2) Una afirmación que no puede ser contrastada experimentalmente no es una afirmación científica [por definición de ciencia].

Luego:

(3) La ciencia no puede conocer cuestiones metafísicas, por lo que no tiene sentido hablar de ellas desde la ciencia [a partir de 1 y 2].

Y esto es así, es algo incuestionable. La única forma de negarlo lógicamente es cambiando las definiciones de ciencia y de metafísica. De no hacerlo, deberemos aceptar inmediatamente, que cuando un científico, por muy importante y famoso que sea, se pone a interpretar teorías o a hablar sobre cuestiones metafísicas, está filosofando y no haciendo ciencia.

Por poner el ejemplo más reciente, cuando Stephen Hawking afirma que Dios no es necesario para explicar el mundo, es evidente que está haciendo metafísica. Me explico:
Entendemos por el mundo a todo aquello de lo que tenemos experiencias directas o indirectas. Afirmar que no es necesario Dios para explicar el mundo, es equivalente a afirmar que no es necesario nada trascendente al mundo para explicarlo. Esta última afirmación es claramente metafísica. No hay NINGUNA experiencia sensible que indique que el mundo no necesita de una entidad o proceso transcendente como causa o que indique que no existe o no es necesaria tal causa. Por poner un ejemplo práctico y claro; nuestro mundo podría (y podría no) ser la consecuencia de, por ejemplo, el cómputo de un algoritmo por parte de un ordenador transcendente. Una especie de Matrix. Ese computador transcendente lo podemos tomar como una entidad de la que no tenemos experiencias, e incluso podríamos llamarlo Dios.
Ahora bien, para explicar el porqué esencial de nuestro mundo, en nuestro ejemplo, encestaríamos obligatoriamente hacer referencia a ese computador, porque explicar es relacionar causa y efecto, y; en este ejemplo, la causa de nuestro mundo, sería el computador transcendente.
Evidentemente, la existencia de tal Matrix es una cuestión metafísica; que se corresponderá o no con la realidad, pero pone de manifiesto que cuando Stephen Hawking afirma que Dios (entidad transcendente) no es necesario para explicar el mundo, está realmente filosofando.
Podremos conocer cómo funciona el mundo con mayor o menos exactitud, podemos aceptar incluso que llegaremos a una infinita exactitud si alcanzamos la teoría del todo, pero seguiremos sin saber el porqué todo funciona como funciona. Para ello encestaríamos conocer la causa transcendente que produce ese comportamiento, y eso entra dentro de la metafísica. Afirmar que no existe tal causa transcendente o que no es necesaria es pues filosofar, y es lo que Sthepen Hawkins hace con su afirmación.

En resumen:

Incluso si conseguimos explicar toda la realidad sólo a partir de leyes naturales, todavía nos quedará explicar dichas leyes naturales. Y conocer lo que causa la existencia de dichas leyes, o justificar que nada causa dichas leyes, es algo que entra dentro del campo de la metafísica.


¿Conocimiento metafísico?

Parece entonces que la única forma que tenemos de conocer la realidad de la que no tenemos experiencias (o de conocer que no existe tal realidad transcendente) es mediante la metafísica pero, ¿realmente nos lleva la metafísica a algún tipo de conocimiento? Pues; desgraciadamente, no al tipo de conocimiento que nos gustaría.

Es innegable que el ser humano busca y desea conocimientos universales y necesarios. Ese tipo de conocimiento es el que nos proporciona la ciencia sobre lo tangible, y ese tipo de conocimiento es el que desearíamos conseguir sobre lo transcendente. Es decir; queremos conocimientos objetivos, ¿puede la metafísica ofrecernoslos?

Mucho me temo que no. La ciencia basa toda su potencia de universalidad y objetividad en la inducción de experiencias. Lo que ha pasado mil veces, suponemos (sin justificación) que pasará mil y una veces. Esta suposición no justificada ha dado numerosos frutos y a conducido a la tecnología actual. Es útil y sus teorías y leyes se suponen universales y necesarias (aunque sólo sea por conveniencia). Como todos podemos contrastar una teoría cuando queramos y (probablemente) obtendremos que se cumple la inducción, tomamos dicho conocimiento como objetivo.

La metafísica no tiene experiencias con las que trabajar, por lo que no podemos usar el “truco” de la inducción para aparentar universalidad y objetividad en sus afirmaciones. La razón humana es una herramienta evolutiva aparecida en el transcurso de millones de años para mejorar nuestras espectativas de supervivencia. No parece que una herramienta creada para solucionar problemas del mundo sensible pueda servir para mucho más. De momento, no se ha encontrado ninguna otra forma de conocimiento “objetivo” -y objetivo con comillas- que no se base -o utilice al menos- experiencias sensibles.


Lo subjetivo.

Lo que se suele hacer es renunciar a obtener dicho conocimiento objetivo desde la razón, e intentar imponer la objetividad de manera irracional. Es lo que se suele llamar fe. Si todos compartimos una fe concreta, ese “conocimiento” se volverá objetivo. Entonces surge el problema de quién decide que es lo que se debe creer y sobretodo, qué es lo que se debe creer. Aparecen así los “conocimientos” dogmáticos, y la guerra entre distintos grupos rivales por imponer sus dogmas. Es una guerra compleja donde entran en juego intereses políticos, y sociales en general. Pero eso no es lo esencial del asunto.

Lo esencial es que; al no poderse contrastar experimentalmente, una argumentación metafísica, puede ser tan válida y Real como su opuesta, y no hay nada que podamos hacer para decidir objetivamente cuál es la que se corresponde con la realidad (incluso la supuesta teoría de que no hay nada metafísico, es una afirmación metafísica, con lo que ello supone).

Es decir; aceptar una u otra metafísica es algo completamente arbitrario, y que; finalmente, "creamos" una afirmación o su contraria, es una cuestión subjetiva, siempre motivadas y dirigidas por nuestras necesidades.


Escepticismo metafísico.

¿Qué actitud queda, pues, tomar; si queremos seguir comportándonos racionalmente? Lo más razonable es resignarse a nuestra incapacidad de conocer objetivamente la verdad transcendente (o resignarse a nuestra incapacidad de conocer objetivamente que no existe ninguna verdad transcendente).

Es una actitud compleja de tomar, porque supone una rendición, y, es evidente, al ser humano no le gusta perder. Además, no es una actitud evolutivamente estable para aquellas personas que tienen más necesidad de consuelo; aquellas que menos tienen y que más sufren -un gran porcentaje, por cierto, del total de personas que vivimos actualmente-.


Conclusión.

Para todos aquellos a los que su orgullo no se lo impida, y para aquellos a los que no se lo impida su necesidad de consuelo, la actitud que parece más razonable y noble, resulta ser la actitud escéptica.

Sobre las Verdades metafísicas, sólo sé que no sé nada, y sobre las demás, no sé ni lo que realmente sé.


Nota. Adicionalmente, cabría nombrar el revés que ha supuesto para el principio de no contradicción en que se basa la metafísica, el descubrimiento de la mecánica cuántica y lo mal que se lleva con el sentido común. Por ejemplo; la superposición de estados supone que un ente es y no es - y está y no está- al mismo tiempo hasta que colapse la función de onda.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Alegría y euforia por los 33 mineros salvados o la hipócrita doble moral de occidente


Es la noticia del día, de la semana, casi del mes; los 33 mineros chilenos serán rescatados con vida. Todos los medios retratan la felicidad del pueblo chileno y de occidente en general. La euforia se contagia porque aunque ha supuesto mucho esfuerzo y se ha necesitado gran cantidad de recursos, se han salvado 33 vidas.

Ahora bien, nadie cae en la cuenta -o el que cae, mira hacia otro lado- de que esa gran cantidad de recursos que se han invertido en dicho rescate, podrían haber sido usados para otros fines. Por ejemplo; con todo lo invertido en el famoso rescate, se podrían haber salvado la vida de miles de personas del tercer mundo.
Y es un hecho, todo esos recursos podrían haber salvado miles de vidas, en lugar de sólo 33. ¿Por qué entonces tanta felicidad? ¿No deberíamos de estar tristes e incluso enfadados con el pueblo chileno que ha dejado morir a miles de personas por salvar a sólo 33? Si se supone que todos los humanos somos iguales, y que la vida de todos tiene el mismo valor -principal tesis de la moral occidental-; destinar recursos en salvar a 33, cuando se podrían haber salvado a miles, no puede ser tomado como algo moralmente correcto, ¿por qué estamos entonces tan contentos?

Lo primero que nos vendrá a la mente para salvar la contradicción moral, es que lo que se debería haber hecho es salvar a los 33 mineros, y a los miles de subdesarrollados al mismo tiempo. Muy bonito, pero evidentemente es una salida utópica. Es un hecho obvio y objetivo que los recursos del mundo son limitados -muy limitados incluso-, no hay de todos para todos, y hay que elegir. Occidente acapara gran parte de los recursos del planeta en detrimento del resto, y occidente debe elegir, y elige, como repartirlos. Nuestros medios de comunicación nos muestran claramente lo que finalmente hacemos con ellos: preferimos proveer a unos pocos de “los nuestros” antes de ayudar con la misma cantidad de recursos a “muchos más de los otros”. Y, además, esta actitud no debería -ni debe- tomarse como algo malo, al contrario; es algo natural -y por lo tanto esencialmente bueno- ayudar a los más próximos; a “los nuestros”. De hecho, nosotros actuamos de la misma forma en nuestro ámbito más personal. Si nos ponen entre la espada y la pared, y nos piden elegir entre salvar de una muerte anunciada a un hermano o a un completo desconocido (en este caso concreto, el recurso escaso es que sólo podemos salvar a uno), evidentemente el 99,9% de nosotros salvaremos a nuestro pariente -salvo enfemedad mental que nos impida actuar razonadamente-. Y este es un hecho objetivo y autoevidente. Y repito, no es nada malo salvar a nuestro hermano antes que a un extraño, es algo natural -bueno-.

Lo que es malo -metafóricamente malo, ya que en un mundo natural no hay nada esencialmente malo- es esa doble moral hipócrita de la que occidente hace gala. Preferimos salvar a los nuestros antes de a los demás, ¿por qué lo negamos? Por favor, dejemos de engañar y autoengañarnos; somos egoístas. Somos unos hipócritas egoístas. De todas formas, es lo que cabe esperar ahora que sabemos lo que somos, lo que es el hombre; simplemente una máquina de reproducir genes. No existe ninguna moral esencial. Estamos programados para sobrevivir y reproducir nuestros genes a toda costa. Y eso es todo. Nuestro comportamiento se reduce a estrategias evolutivas destinadas a maximizar ese objetivo. Y si nos engañamos -autoengañamos- negando lo evidente, es porque actualmente el comportamiento evolutivamente estable así lo requiere.

Nota:

Es evidente que sí existen recursos en occidente para haber salvado simulténamente a los 33 chilenos y a los miles de subdesarrollados que han muerto en su lugar, pero lo que debe quedar claro es lo siguiente: 1º No se ha hecho. Se salvó a 33 mineros en vez de a miles de africanos que finalmente murieron esta semana. 2º aunque se hubiese hecho, o se haga en el futuro, en casos similares, lo que debe ser evidente es que occidente jamás destinará al resto subdesarrollado mas que lo necesario para sacar provecho de ello. El 99% de los recursos de occidente se destinan -y destinarán no cabe duda- a occidente, y el 1% se presta al resto sólo como estrategia, y nunca de manera puramente altruista. Siempre se esperará algo a cambio, aunque sea de manera tan indirecta como obtener una buena publicidad favorable “mostrando” que somos muy buenos y altruistas.

Conclusión:

Aunque la hipócrita doble moral de occidente no puede tomarse como algo malo -esencialmente malo-, puesto que forma parte de la estrategia evolutiva -natural- que nos favorece a todos y cada uno de nosotros; si que me parece reprochable el no aceptarla; el negarla. Desde la ciencia natural es un hecho “objetivo” que dicha doble moral es un acto evolutivo, un autoengaño que todos compartimos, y que hemos desenmascarado desde la ciencia natural. Pero claro, como no podemos cambiar lo que somos -máquinas al servicio del gen-, lo único que nos queda es resignarnos y aceptar nuestra “verdadera moral”. Debemos dejar de ser hipócritas. Si finalmente llega ese día, el día que todos aceptemos la evidencia, ya no será necesario el autoengaño, y; aunque no seremos más “buenos” -porque no hay moral esencial de referencia-, al menos sí seremos menos hipócritas.

Nota. Está claro que ser menos hipócrita no es ningún objetivo esencial del ser humano -porque no existen tales objetivos-, pero, sin embargo; podría ser nuestra “salvación”, nuestro deseado “paraíso”. Me explico:
Desde las ciencias naturales, sabemos que existe una carrera armamentística evolutiva entre “engañar” y “detectar el engaño” para maximizar nuestro acopio de recursos y favorecer así nuestra supervivencia y la de los nuestros. El que mejor engaña obtendrá más beneficios en el mundo de altruismo recíproco del que formamos parte. Y, además, es evidente que la mejor forma de engañar es engañar “sin saberlo” -autoengaño-. Es la forma más eficaz de engaño y lo que da forma a gran parte de nuestro comportamiento. En particular, es lo que nos hace negar nuestra doble moral. No podemos aceptar que preferimos salvar a unos pocos de “los nuestros” antes que a muchos de “los otros”. No es algo evolutivamente estable...por ahora.
Lo crucial es que, ese estar atentos a los engaños y ese esfuerzo por engañar mejor, nos produce estrés y ansiedad. Un sufrimiento que se ve agravado por nuestra autoconciencia que no es más que una herramienta aparecida como medio para mejorar el engaño y la detección del engaño, pero con la triste disfunción añadida de permitirnos ser conscientes de nuestro sufrimiento -no sólo sufrimos sino que sufrimos porque sabemos que sufrimos y sufriremos hasta nuestra muerte-.
Y; aquí viene lo bueno, aunque está claro que jamás dejaremos de estar al servicio de los genes -luchando por su supervivencia y replicación-, si que podríamos crear conscientemente una estrategia evolutivamente estable que minimizase nuestro sufrimiento.
Si todos fuésemos sinceros con nuestras intenciones, si dejáramos el autoengaño -y el engaño consciente-, no sería necesario estar alerta constantemente. Podríamos homogeneizar el medio infinitamente, dejaríamos de necesitar verlas venir. Podríamos relajarnos, vivir en un mundo mejor, más sincero; donde no haría falta una moral “de cuarto de baño” para mantener la cohesión social.
Viviríamos como hormigas, sí; y, con el tiempo, dejaríamos el lastre que supone la autoconciencia. Volveríamos a la animalidad, y; aunque seguiríamos sufriendo, al menos no seríamos conscientes de ese sufrimiento. Eso es lo más parecido a un paraíso terrenal, y lo mejor a lo que puede aspirar el ser humano.

Pero vamos, soy consciente de que llevar a cabo este plan es una tarea titánica, que incluso podría no ser jamás viable como EEE. Pero, bueno; de utopías vive el hombre. Además, como dice Castrodeza, quizás la tecnociencia nos lleve al mismo fin, aunque por otros medios, claro.



- Bibliograífa recomendada:

Para aquellos que no hayan entendido mi argumento, o que quieran profundizar en el mismo, os recomiendo la siguiente bibliografía:

  • “El Gen Egoísta” - Richard Dawkins.
  • Nihilismo y Supervivencia - Carlos Castrodeza.
  • La Darwinización del mundo - Carlos Castrodeza.


También os recomiendo el resto de libros de Richard Dawkins -especialmente sus primeros libros-, y las extensas referencias bibliográficas que traen los dos libros de Carlos Castrodeza.













viernes, 16 de julio de 2010

PESIMISMO ILUSTRADO


Pesimismo (del latín pessimum, "lo peor"), doctrina filosófica que sostiene (invirtiendo la tesis leibniziana) que vivimos en el peor de los mundos posibles.

Pues bien, me propongo defender aquí que; no se trata sólo de afirmar que nuestro mundo es el peor mundo imaginable, sino que, además, es el único mundo posible para el ser humano.

Tenemos así dos afirmaciones que defender:

(1) Nuestro mundo es peor mundo imaginable.
(2) Es nuestro único mundo posible.


¿NUESTRO MUNDO ES EL PEOR MUNDO IMAGINABLE?

Cuando hablamos de que el mundo es malo nos referimos a metafóricamente malo, por supuesto. Malo desde nuestro punto de vista como seres vivos autoconscientes. Y no moralmente malo, como si existiera una moralidad universal y esencial que discriminase; sino malo como sinónimo de cruel. Un mundo que permite la desgracia y la calamidad, un mundo donde sufren y sufrimos todos sin excepción.

Intenta imaginarte un mundo sustancialmente peor que el nuestro. Es imposible. Y es imposible porque lo peor que podemos imaginar es un mundo donde todos sufran, y además, sean conscientes de que sufren. Quizás podríamos imaginar un mundo donde todos sufran, y sufran más que en el nuestro, pero eso no es una diferencia sustancial. Estaríamos hablando del mismo mundo, sólo que con alguna diferencia cuantitativa; por ejemplo que existiesen menos recursos a nuestra disposición.

Es decir, que el peor mundo imaginable por un ser humano autoconsciente, es un mundo donde todos sufran más o menos pero sin excepción. Y ese es nuestro mundo.


EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE EN EL MUNDO

Sufrimos en todo momento. Y no hay que pensar únicamente en el sufrimiento físico que se traduce en algún tipo de dolor, sino también en el sufrimiento emocional.

Cuando pasa el día y el equilibrio homeostático de nuestro cuerpo peligra, se produce la sensación de sed. Esa alerta física nos produce una alerta emocional de ansiedad que nos obligará a poner solución a la causa de ese estado de ansiedad; es decir, nos obligará a beber.

Existen, pues, una serie de sensaciones emocionales que en caso de no ser satisfechas producen sufrimiento. Un sufrimiento que cada vez se vuelve más intenso conforme la situación que lo generó necesita ser resuelta de manera más imperiosa.

El estrés, el deseo, y la necesidad son las causas de sufrimiento constante de el hombre. El deseo de obtener lo que no se tiene, la necesidad de obtener lo que necesitamos, y el estrés como mecanismo de defensa ante situaciones amenazantes o de demanda incrementada, llevan inevitable y constantemente a la ansiedad y a la frustración, que nos producirá un sufrimiento cada vez mayor hasta que la situación que lo provocó se resuelva.

Tenemos así que el ser humano sufre constantemente, y en cada momento, por la ansiedad que produce la necesidad. Quizás no seamos conscientes de este sufrimiento, pero sólo debemos intentar dejar de beber, comer o respirar, para ser conscientes de ese dolor sutil.
También sufre por el estrés diario de su autoconciencia: sabe que tiene unas necesidades diarias que debe suplir, sabe que sus seres queridos pueden enfermar, sabe que él mismo puede enfermar, sabe que la muerte nos espera a todos, le preocupa el medio ambiente, le preocupa que mañana no tendrá para pagar la hipoteca, y un muy largo etcétera.
Y, además, está el sufrimiento creado por la ansiedad que supone desear recursos que no están a nuestro alcance. Ansiedad que, si no se resuelve, se convierte en frustración.

Incluso el monje budista, que intenta evitar el sufrimiento evitando el deseo; no puede evitar desear alcanzar el nirvana;lo que le provoca ansiedad y quizás frustración, sino que seguirá sufriendo aunque lo alcance debido a que seguirá necesitando recursos para no morir, y a que seguirá deseando seguir vivo. No hay escapatoria, estar vivo es estar padeciendo.


¿Y QUE HAY DE LO BUENO DE LA VIDA?

Lo que normalmente se entiende por bueno, es metafóricamente bueno, en el sentido de tratarse de acciones que nos crean un sentimiento que nos hace sentir bien. Esas pequeñas sensaciones placenteras son la forma que tiene nuestro sistema neuroendocrino de gratificarnos por haber realizado alguna acción que favorece nuestra supervivencia y/o reproducción.

Aunque ese placer podemos tomarlo como la sensación opuesta al sufrimiento, constituye obligatoriamente una mínima parte de nuestras sensaciones diarias. Además, la necesidad y deseo que sentimos por sentir sensaciones placenteras, supone un nuevo tipo de estrés que nos generará más ansiedad y frustración.

Aumentar artificialmente el número de tales sensaciones (mediante cambios químicos en nuestro cerebro, por ejemplo), no es una acción viable, pues supone una relajación y falta de actitud adaptativa, lo que al final, resulta en más sufrimiento para nosotros y los que nos rodean. Basta pensar en los adictos a la heroína, que; aunque al principio todo va bien, ya sabemos como termina el asunto.

Y es que no es adaptativamente estable aumentar el número de sensaciones placenteras, por lo que ese tipo de sentimientos serán siempre un pequeño claro en el bosque. Claro que nos hará soñar y sufrir en la utópica búsqueda de la felicidad.


¿PODEMOS EVITAR EL SUFRIMIENTO?

Para evitar todo sufrimiento en el ser humano, habría que evitar la necesidad de obtener recursos para sobrevivir, evitar todo tipo de estrés: lo que supondría evitar todas las situaciones que le producen miedo e inquietud; evitar que muera, que enferme, etc., y, por último, evitar que tenga deseos materiales o emocionales.

Es evidente la imposibilidad de conseguir semejante hazaña, por mucho que supuestamente se piense que la humanidad progresa en dicha dirección. Evitar la necesidad para todos los humanos es algo imposible debido a los limitados recursos naturales de los que disponemos: no hay de todo para todos, ni jamás lo habrá. Evitar el estrés es; si cabe, un problema mayor, ya que es algo implícito a la fisiología del ser humano. Somos seres autoconscientes que vemos y nos preocupamos por el futuro que nos aguarda. Cómo evitar el sufrimiento, por ejemplo; que supone ser consciente de que vas a morir irremediablemente. Tendríamos que evitar las potencialmente infinitas preocupaciones que nos angustian cada día.
Y, por último, tendríamos que evitar el deseo por lo que no tenemos. ¿Cómo? ¿Dando de todo a todos? Es un absurdo.


LA ILUSIÓN DEL CIELO

Una típica salida al problema del sufrimiento consiste en propuestas irracionales. Por ejemplo, el cielo de las religiones monoteístas. Un mundo imaginario donde no existe el sufrimiento. Se evita el sufrimiento porque en el cielo no hay necesidades que suplir, ni preocupaciones futuras, ni existe el deseo o; si existe, está completamente satisfecho. Se adorna además la cosa, con el sentimiento inefable de estar y convivir junto a una o varias Deidades.

Bien, sobra decir que este cielo no es más que el producto de nuestra imaginación actuando por necesidad. Necesidad de consuelo ante nuestro sufrimiento insoslayable.

Pero es más, incluso de existir, el cielo no sería nuestra salvación ante el sufrimiento. Imagínate viviendo en tales circunstancias: no necesitas hacer nada para seguir sobreviviendo, no tienes ningún deseo o los tienes todos cumplidos, ni tienes nada por qué preocuparte. ¿Qué hacemos durante toda la eternidad? Sin necesidad ni deseo no hay nada por lo que actuar. El aburrimiento y el tedio serían insoportables. Un sufrimiento como hay pocos.

En definitiva, la única opción al sufrimiento particular de cada uno, es dejar de estar vivo. Ese parece ser el verdadero nirvana que a todos nos llega. De ahí viene lo acertado de la típica frase lapidaria: “descanse en paz”.


¿ES EL NUESTRO EL ÚNICO MUNDO POSIBLE?

Es de sobra conocido, y aceptado, que el ser humano, como ser vivo que es, ha sido cincelado y moldeado espontánea y ciegamente durante millones de años por la ley de la evolución. Sólo se puede negar esta realidad, desde la vehemencia, la irracionalidad, o el escepticismo.
El caso es, que ese moldeado, se basa a su vez en leyes físicas más básicas, y éstas, son pilares básicos de la realidad. Sólo son así, y no podemos decir nada más. Las suponemos universales y necesarias.

Pues bien, un ser humano, que ha sido cincelado de acuerdo a unas leyes, debe su esencia a dichas leyes, y no tendrá cabida en otro mundo con leyes diferentes. Sólo somos funcionales en el medio en el que nos hemos formado, y otros mundos son incompatibles. El nuestro, es nuestro único mundo posible donde vivir; a menos que la diferencia entre las leyes de ambos mundos sea despreciable.

Por ejemplo, colocar un hombre en un mundo donde no transcurra el tiempo es un absurdo, así como llevarlo a un lugar donde la gravedad sea una fuerza repulsiva, etc.

Y, muy importante para la argumentación, sólo un mundo completamente distinto al nuestro permitiría evitar el sufrimiento humano. Un mundo en el que no tendríamos cabida. Estamos condenados al sufrimiento.


CONCLUSIÓN

Llegamos así a una postura filosófica pesimista, en la que no sólo vivimos en el peor mundo imaginable, sino que; además, es el único mundo en el que podemos vivir. Una postura filosófica que niega el progreso del hombre hacia un utópico mundo mejor. Que niega incluso una posibilidad teórica real de un mundo mejor para el hombre.

Vemos que incluso un supuesto mundo imaginario ideal (el cielo), necesitaría de un componente sobrenatural (convivir con Dios) para que nos evitara el sufrimiento debido al tedio y el aburrimiento de una eternidad sin hacer nada. Un componente sobrenatural, que sólo viene a confirmar la imposibilidad de imaginar desde la razón un mundo mejor para el hombre.

En el fondo, esa lucha utópica que parece seguir el ser humano hacia un mundo mejor desde el naturalismo se ve claro que no es más que una estrategia evolutiva de autoengaño dirigida a mantener la legitimidad vigente. Nosotros, los poderosos, prometemos que conseguiremos con el tiempo recursos de todo para todos, así que; por favor, no os sublevéis pobres desgraciados. A su vez, los pobres desgraciados desfavorecidos, se agarran a invenciones irracionales para consolarse con un mundo mejor. Invenciones que, en cuanto se profundiza un poco, se vuelven ilógicas e incongruentes.

El ser humano vive en el único mundo en el que puede vivir, el peor de los mundos imaginables; el peor mundo sin duda para ser un ser autoconsciente.

sábado, 5 de junio de 2010

Nihilismo



El nihilismo es una posición filosófica que argumenta que el mundo, y en especial la existencia humana, no posee de manera objetiva ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior, por lo que no nos debemos a éstos.


Vimos en mi último post que la vida no persigue ningún fin o finalidad esencial, que; simplemente, es el resultado de una ley natural: la ley de la evolución. Además, vimos como, racionalmente, podemos explicar el origen de la vida de una forma fisicalista; sin necesitar de hipótesis metafísicas.

¿Nos llevarán obligatoriamente estos resultados a una postura nihilista sobre la vida? Pues indudablemente, sí. La razón induce a partir de la experiencia que la vida es la consecuencia de una ley natural. Sabemos, además, que las leyes de la naturaleza no persiguen ningún fin, que sólo son.

La ley de la gravedad no persigue como finalidad esencial atraer cuerpos, sino que, debido a la ley de la gravedad, los cuerpos se atraen. De igual manera, la ley de la evolución no tiene como esencia crear vida, sino que la vida surge gracias a dicha ley de la evolución. Es un proceso espontáneo y automático, que no persigue ninguna finalidad esencial.


PSICOBIOLOGÍA

La psicología moderna, ciencia que se encarga de estudiar y analizar el comportamiento huamano, parte; de base, con la siguiente premisa: el comportamiento humano está condicionado por los componentes biologicos que lo integran. La conducta humana se puede y debe, estudiar en términos fisicalistas.

Galton(1822 – 1911) dedujo que los rasgos conductuales humanos debían tener una base genética, resultado de la selección natural, hipotetizó y demostró, que la inteligencia humana tiene una base genética. Se le considera fundador de la genética de la conducta.

La conducta humana está totalmente regulada y condicionada biológicamente. No es más que el conjunto de manifestaciones públicamente observables, reguladas por el sistema neuroendocrino (sustrato biológico de la conducta) , mediante las cuales el animal humano, como un todo, en respuesta a un estímulo interno o externo, se relaciona activa y adapatativamente con el medio ambiente.

La conducta está pues regulada y condicionada completamente por el sistema neuroendocrino. Ese condicionamiento,a demás, no es aleatorio, sino que sigue un patrón determinado. Un patrón que permite que el animal humano actúe de una manera adaptativa con respecto el medio ambiente.

Y éste sistema neuroendocrino ha evolucionado durante millones de años. Sus componentes, y su funcionamiento han sido cincelados por la selección natural. Está claro que el único objetivo de éste sistema es favorecer una respuesta adaptativa con el medio ambiente.

Podemos decir que la conducta humana está condicionada a favorecer comportamientos adaptativos con el medio, o; lo que es lo mismo, que la conducta humana siempre será tal que favorezca la adaptación y supervivencia del organismo del que forma parte.


AL SERVICIO DE UNA LEY NATURAL

Vemos que nuestra conducta está completamente regulada y condicionada para favorecer la supervivencia y adaptación al medio. Somos autómatas preprogramados por la selección natural.

Nuestra conducta se ve regulada por nuestro sistema neuroendocrino totalmente. Es el que nos hace sentirnos bien, o sentirnos mal. Y el que hace que todas nuestras vidas giren en torno a hacer cosas que nos hacen sentir bien -cuantas más mejor-, y a evitar las cosas que nos hacen sentir mal. Es así de simple.

Cuando le preguntas a alguien sobre el sentido de su vida -que suelen confundir con el sentido esencial de la vida, que ya vimos que no tiene ninguno- todo lo que pueda decir se puede resumir en: hacer cosas que me hagan sentir bien el mayor tiempo posible. Incluso algo tan abstracto como el acto de aprender y estudiar se ha comprobado -mediante un estudio en la Universidad de California- que se ve favorecido por el sistema neuroendocrino, que emite endorfinas durante el proceso.

La cuestión es que el sentido particular y concreto que le podamos dar a nuestras vidas se va a ver condicionado por lo que nos hace sentir bien. Y ya hemos visto que el encargado de hacernos sentir bien es el sistema neuroendocrino, y que éste ha sido modelado por la selección natural.

Concluimos así, que todos nosotros estamos completamente al servicio de la selección natural. No hay elección ni alternativa.


NIHILISMO ABSOLUTO


Vimos que la vida en general no tiene ningún sentido esencial, por tratarse de un proceso espontáneo de una ley natural, y eso nos llevo a una postura nihilista general sobre la vida.

Posteriormente, hemos visto que el sentido particular de nuestras vidas, se ve condicionado también por dicha ley; indirectamente mediante el sistema neuroendocrino. Podemos tomar pues una postura nihilista respecto al concepto del sentido de la vida particular de cada hombre. Tampoco ésta tiene ninguna finalidad esencial. Nuestra conducta está condicionada por un proceso natural; espontáneo y ciego.

Sólo somos física en movimiento.


Por favor, aquellos que quieran profundizar un poco más en el tema, leed lo siguiente: http://webpersonal.uma.es/~DIEGUEZ/hipervpdf/NIHILISMODARWINISTA.pdf