miércoles, 15 de agosto de 2012

Alcance práctico de la filosofía de Schopenhauer


De la filosofía de Schopenhauer, el mayor alcance práctico que podemos sacar es descubrir el sinsentido de la vida, su falta de finalidad esencial. Descubrirla como un producto causado sólo y únicamente por las leyes de la naturaleza actuando en el espacio y el tiempo. 

Y es que, siendo en esencia un producto de regularidades entre causas y efectos en el espacio-tiempo, no podemos esperar ser en esencia nada más que eso: aglomeración de materia al servicio de dichas regularidades. El querer y la necesidad, fuentes del sufrimiento, no son más que abstracciones que pueden reducirse a explicaciones físico-químicas básicas: Nuestra complejidad estructural para mantenerse y reproducirse en el espacio-tiempo, y de acuerdo a las leyes del mundo, deben constantemente conseguir y consumir energía. Esa es la necesidad fundamental de la vida: conseguir y consumir energía para mantener nuestra complejidad estructural en el tiempo. Una necesidad ciega e irracional, producto espontáneo de leyes mecánicas.

No hay ética posible, no hay actos buenos y malos, no hay nada. El arte es simplemente un pasatiempo más, y el ascetismo un quiero y no puedo. No es posible negar lo que somos, porque no tenemos libertad de acción. Somos materia reunida espontáneamente por las leyes del mundo, y eso seremos mientras estemos vivos. La única manera de negar la vida es dejar de vivir.
Pero no nos equivoquemos, no nos creamos libres siquiera para dejar de vivir cuando lo deseemos. Eso es sólo pura poesía. Estamos programados por la ley de la evolución para sobrevivir y ayudar a los más cercanos a toda costa, y eso es lo que haremos hasta el fin de nuestros días -salvo que suframos alguna neuropatología, en cuyo caso la evolución a veces se deshace del individuo defectuoso bajo la forma de un engañoso suicidio voluntario-.

En mi opinión, Schopenhauer fue un increíble visionario al descubrir en su tiempo, al hombre como un simple fenómeno más de la naturaleza, producto y sujeto a las leyes del mundo, en el espacio y el tiempo. Fue realmente un logro su descubrimiento de que todos los fenómenos del mundo, desde el más simple o inorgánico hasta el más complejo como el hombre, simplemente es el producto espontáneo de leyes naturales ciegas e irracionales. La ciencia posteriormente le ha dado la razón.

Schopenhauer, a continuación, introduce su particular metafísica sobre esos hechos empíricos, y relaciona las leyes del mundo actuando en el espacio y el tiempo, como la objetivación de una cosa en sí, a la que llamó Voluntad. Pero la voluntad, como metafísica que es, no es objeto de conocimiento –al contrario de lo que piensa Schopenhauer-. Por último, la parte digamos más  positiva de su filosofía, el arte y el ascetismo como negación de la voluntad de vida, es producto de esa metafísica propuesta que nunca podremos conocer, por lo que no son de tener en cuenta.

De lo único que podemos estar seguros es que somos esclavos de lo que somos. Esclavos de la necesidad de energía, esclavos de las leyes del mundo, esclavos de nuestro cerebro, y de la química de nuestro sistema neuroendocrino.

No tenemos libertad de acción: actuamos como debemos. La ilusión del libre albedrío consiste en que podemos hacer lo que queramos pero no decidir lo que queremos. No hay escapatoria y no hay negación.
Añoremos mientras, nuestro pronto regreso al no ser, a la inconsciencia, me parece  el consuelo más realista que tenemos para sobrellevar la realidad del mundo.

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