viernes, 23 de noviembre de 2012

Vivimos en el peor mundo posible


En esta entrada voy a intentar formalizar, en lo posible; mi apoyo personal al argumento de Schopenhauer de que, no sólo vivimos en un mundo cruel y deprimente, sino que realmente vivimos en el peor mundo posible:

[…] incluso a los flagrantes sofismas de Leibniz, según los cuales este es el mejor de los mundos posibles, se le puede oponer sería y honradamente la demostración de que es el peor de los posibles. Pues «posible» significa, no acaso algo sobre lo que podríamos fantasear, sino lo que puede realmente existir y mantenerse. Y este mundo está construido como tendría que estarlo para poder mantenerse a duras penas: si fuera un poco peor, no podría ni siquiera seguir existiendo. Luego un mundo peor, al no poder mantenerse, no es posible, así que este es el peor de los posibles. (MVR II, iv. cap. 46 [trad. PLdeSM, p. 638])

Mi argumentación es la siguiente:

1) El peor mundo imaginable (posible o no) requiere de vida (o estructuras) conscientes de su existencia, y que dicha existencia requiera de recursos (lo que sea) que desear (dando lugar a necesidades y sufrimientos).

2) Un mundo posible, y capaz de albergar vida consciente, requiere de una asimetría entrópica sea cual sea su naturaleza. Es decir, debe haber lugares o partes de dicho mundo más desordenadas que otras, y además, dicha entropía debe aumentar en una dirección del tiempo (asimetría temporal).

3) En dicho mundo, deben actuar leyes naturales en el espacio-tiempo, las cuales permitan y sean aptas para que se produzca un proceso evolutivo de estructuras en creciente orden, y que finalmente den lugar a una estructura capaz de generar conciencia mediante su funcionamiento. De manera que dichas leyes y sus constantes físicas, estarán finamente ajustadas para permitir la existencia de seres conscientes. El problema estadístico se resuelve mediante el principio antrópico, ya que sólo mundos bien ajustados -por muy improbables que sean- podrán albergar vida consciente –que, por cierto, serán conscientes de la improbabilidad de su mundo-.

Por lo tanto:

Aceptar 1) es inevitable. ¿Qué puede haber peor que un mundo con posibilidad potencial de permitir un sufrimiento consciente? (y luego veremos de nuevo que el hecho de que ese sufrimiento sea eterno no es viable). ¿Es posible sufrir sin una asimetría temporal y sin algo que necesitar? ¿Es posible una necesidad sin algo que necesitar? ¿Es posible necesitar algo sin no poseerlo, o no poseer algo sin una asimetría entrópica que diferencie lo que tenemos de lo que no?

Aceptar 2) y 3) es de perogrullo. Un  ser consciente requiere de una estructura material que funcione y actúe en el espacio-tiempo dando lugar a sus pensamientos. Esto es así, y proponer lo contrario no es racionalmente estable: es irracional suponer una consciencia que no requiera de una estructura material de apoyo. Además, aunque se negara tal necesidad material, aún se necesitaría de una asimetría temporal para poder dar lugar a pensamientos, y en definitiva es absurdo proponer una consciencia sin materia, espacio y tiempo sobre las que pensar: ¿sobre qué va a discurrir una conciencia dentro de una nada? Igualmente, al aceptar 1), necesitamos que esa conciencia sufra, y el sufrimiento requiere de necesidades. Una necesidad requiere de asimetría temporal, y de algo que desear, lo que requiere de sustancia y de asimetría en su distribución (asimetría entrópica temporal).

Una vez aceptado lo anterior, llegamos a lo siguiente:

Todo mundo que cumpla 1) formará parte de una clase de mundo abstracta a la que podemos llamar P (clase de peor mundo posible). Además, hemos visto que dichos mundos requieren cumpir 2) y 3) para ser consistentes.Nuestro mundo está dentro de esa clase P, junto con otros mundos imaginarios posibles más o menos similares, los cuales compartirán todos las características requeridas por 1), 2), y 3) para representar el peor mundo posible. Podemos incluso tomar nuestro mundo real y conocido como representante de esa clase, y asegurar junto a Schop. que sí que vivimos en el peor mundo posible (o, como poco, en un representante de P).

Dentro de la clase P, quizás habrá otros mundos posibles cuantitativamente peores que el nuestro; pero eso no es algo relevante: da igual que se sufra conscientemente más o menos, lo importante es el hecho potencial del sufrimiento consciente. Todo mundo que cumpla 1) es candidato a pertenecer a la clase P. Lo importante es comprender que dentro de P, no habrá mundos cualitativamente peores que el nuestro, ya que, por ejemplo; mundos con existencia consciente infinita -que es el único ejemplo cualitativamente peor que por lo visto se nos ocurre, y os reto de nuevo a proponer otro- no son viables debido a las restricciones de 2) y 3). Una asimetría entrópica y temporal impiden la existencia eterna de ninguna estructura -consciente o no-: ¡en un periodo de tiempo infinito y con asimetría entrópica, cualquier estructura tiene la certeza (probabilidad igual a 1) de sufrir un accidente fortuito que la destruya!


Notas para aclarar la argumentación:

La asimetría entrópica no significa más que el hecho de que el mundo exista una diferencia espacial en la densidad de materia, con una dirección clara en la que dicha materia tienda a comportarse: de más a menos densidad y estructura (orden) a menos (desorden). Otra forma de verlo es como una tendencia de la materia a la homogeneidad o heterogeneidad espacial. La entropía u desorden aumentará conforme dicha tendencia natural homogenice la materia en el espacio.

Requerir de una asimetría entrópica lo que viene a decir es que para la aparición de estructuras complejas como nuestro cerebro, capaces de dar lugar a la conciencia, es necesario que exista diferencias (asimetría) en la entropía u desorden en la materia; al menos, en una determinada región del espacio. La vida en la Tierra, por ejemplo; es posible gracias a la diferencia entrópica que existe entre nuestro Sol, y el espacio circundante a él.

Por otra parte, la asimetría temporal es la necesidad de que exista lo que usualmente conocemos como paso del tiempo; una clara dirección temporal donde los procesos físico-químicos tengan lugar en una estructura (como el cerebro) lo suficientemente compleja (ordenada; baja entropía) y que den lugar al pensamiento.