martes, 31 de diciembre de 2013

Sobre una moderna teoría del conocimiento

Tras releer la interesante entrada que Antonio Priante escribió hace ya algo de tiempo en su blog; concretamente este artículo:http://antoniopriante.wordpress.com/201 … -perro-i/, me gustaría compartir con vosotros las siguientes reflexiones:

Antonio Priante dijo:

[...]

Y ahora volvemos al cerebro que ha recibido las señales transmitidas por el nervio óptico. Inmediatamente las somete a tratamiento y, como aquí hemos utilizado el sentido de la vista, lo que sobre todo pondrá en juego es el principio del espacio (si hubiese utilizado el oído sería más importante el principio del tiempo… por la “sucesión ” de los sonidos, ¿entiendes?). Así que, recibidas las señales, les dará una forma y creará un espacio en torno a ellas, asignándoles un lugar en ese espacio, que, insisto, el cerebro crea, es decir, imagina. Porque te habrás fijado que todo este proceso tiene lugar exclusivamente en el propio organismo: una sensación en el aparato ocular, una transmisión por los nervios ópticos y una elaboración en el cerebro. En principio nada nos autoriza a pensar que hay algo fuera que haya desencadenado el proceso, en principio podríamos suponer que todo es pura y simple representación, como pensaba el ilustre Berkeley.

Lo único que nos permite conjeturar la existencia de un objeto exterior es la presunción de que el ojo no se ha autoexcitado, de que el estímulo que recibe procede de una realidad exterior. Pero, aún aceptando esto −y te anticipo que lo habremos de aceptar−, todo el proceso de formación de la imagen y de su ubicación en el espacio ha sido cosa exclusiva del propio sujeto.

[...]
Antonio, en estas entradas de su blog en las que divulga la filosofía de Schop., comienza explicando que nuestra representación del mundo surge simplemente del funcionamiento del propio cerebro, el cual aplica las nociones de espacio, tiempo y causalidad en su discurrir. Es decir, suponemos que el funcionamiento fisiológico de nuestro cerebro crea constantemente una imagen del  mundo a la que llamamos "realidad" o representación. Pero entonces me pregunto: ¿no es el sujeto un mero artificio producido por los propios fenómenos del mundo: una ilusión mecánica?

El cerebro crea e imagina una representación del "mundo", dice Antonio, ¿se entiende entonces que todas esas imágenes son dependientes del objeto cerebral que las conforma, que no son más que puras consecuencias de los fenómenos que conforman el mismo? E igualmente, cuando miro en mi interior, y observo las imágenes que se me aparecen sobre mí persona, ¿no estoy acaso observando sólo otro resultado más del funcionamiento de este cerebro?

Porque el concepto de sujeto sólo puede ser una idea más creada por nuestro cerebro, una idea surgida por el hábito de observar mi cuerpo como objeto independiente del resto de objetos y de observar una constancia en la relación de mis ideas internas e instintivas ¿pero no son en el fondo todas nuestras ideas fruto del tratamiento mecánico de nuestro cerebro?

Más adelante, Antonio dice:

Antonio Priante dijo:

[...]mi cuerpo, como cualquier otro objeto de la realidad, es representación, pero también es algo más. Y es que lo siento, percibo cómo se mueve, cómo sus órganos funcionan, cómo busca el bienestar, cómo rechaza el malestar, cómo huye del dolor, cómo quiere el placer, cómo quiere vivir por encima de todo, cómo quiere, cómo quiere… mi cuerpo es voluntad, y eso es lo que le mantiene vivo, esa voluntad es la esencia íntima de su existencia o, dicho de otro modo, mi cuerpo es la objetivación visible de la voluntad.
Dice, Antonio: yo percibo como mi cuerpo se mueve, quiere, y busca el bienestar, y también que esas acciones o tendencias parecen  que no son racionales, que surgen de otra parte de mi naturaleza. Y me parece bien, pero esa necesidad espontánea, ese querer, ese ímpetu independientemente de la razón debe seguir siendo producto del funcionamiento de nuestro cerebro: debe tratarse de un proceso fisiológico, y así lo corroboran empírica y experimentalmente diversas ramas de la ciencia modernas.

Es decir, que probablemente cuando observamos en nuestro interior, y percibimos esas tendencias o impulsos en nuestros actos, ese querer y necesitar, parece ser que sólo estamos observamos una consecuencia más del funcionamiento cerebral: un producto distinto de la razón, pero aún así fruto de la misma actividad mecánica natural. Toda nuestra función mental, tanto racional como instintiva, consciente e inconsciente, es consecuencia del órgano cerebral, y, por supuesto, todas nuestras ideas internas y externas, nuestra idea del Yo y la de sujeto, también son fruto del mismo procesar fisiológico.

Y como toda actividad mental y todo "conocer" se reduce al cerebro en funcionamiento, y este no es más que una estructura material con un procesar físico y mecánico; no veo posible conocer más allá de los límites impuestos por su propia fisiología natural. De ahí que esa voluntad que todos sentimos, ese ímpetu irracional y ciego, no pueda tener un origen trascendente, sino que debe ser pura consecuencia de nuestra naturaleza material.

Antonio Priante dijo:

Kant ¿recuerdas? había establecido la diferencia entre fenómeno, cognoscible, y cosa en sí, incognoscible. Pues bien, yo, mediante la experiencia de mi propio cuerpo y la observación de la naturaleza, he llegado a la conclusión de que podemos saber algo de la cosa en sí, y lo que podemos saber es que la cosa en sí es ni más ni menos que voluntad o, para ser más exacto, que la voluntad es la manifestación inmediata de la cosa en sí en cuanto entra en la representación…
La experiencia en el propio cuerpo revela una necesidad y un querer, una tendencia o ímpetu a tales acciones; pero como digo, tales experiencias son meras consecuencias de una fisiología natural, por lo que difícilmente vamos a poder transcender el fenómeno mediante esta observación interna. No conocemos nada de una supuesta cosa en sí a partir de nuestras ideas internas, sino que, como mucho, podemos otear nuestra propia naturaleza como fenómeno del mundo. Podemos comprender, con dificultad, que ese ímpetu irracional es el resultado de la naturaleza de nuestro cerebro, y parece ser que dicho cerebro ha ido apareciendo poco a poco mediante un proceso evolutivo.

Con ese estudio interno, lo único que podemos hacer, es describir nuestra naturaleza evolutiva: ese querer ciego e irracional, es una representación del modo en que la evolución funciona, del modo en que nuestro cerebro funciona. Y todas las observaciones que Schop. atribuye a esa Voluntad, son igualmente atribuibles a la naturaleza evolutiva; la cual se reduce a las meras leyes físicas y mecánicas:  ¡Esas son las  fuerzas que intuimos en nosotros mismos! La Fuerza Natural (la Voluntad) que Schop. cree conocer de manera inmediata, no es más que nuestra naturaleza evolutiva...¡pero seguimos estando dentro del fenómeno: del cómo del mundo! sin llegar a conocer para nada por esta vía inmediata, esa supuesta cosa en sí; esa esencia que se supone hay detrás de dichas leyes naturales! 

Es decir, debemos resignarnos y quedamos en Kant, aunque incluso la filosofía de este debe mitigarse un poco. Y es que ese conocimiento del mundo para el que nuestro cerebro nos capacita, no puede ser, una vez que estudiamos el origen y naturaleza del mismo, universal ni necesario: debemos aceptar que ni siquiera podemos conocer con certeza respuestas sobre cómo funciona el mundo.

Hoy sabemos que las categorías lógicas, junto con el resto de estructuras supuestas "a priori", son quizás"a priori" de la percepción, pero "a posteriori" biológicos. Y este origen fisiológico de todas las estructuras innatas, hacen que su capacidad para producir conocimiento se vea mitigada por su propia naturaleza: podemos conocer lo que la evolución nos ha capacitado para conocer, es decir; aquello que hace que el organismo se reproduzca con mayor probabilidad, aquellos fenómenos quehabitualmente se han presentado a los organismos durante el proceso evolutivo.

Estamos hablando de puro conocimiento empírico. Todo lo que la mente humana puede hacer es crear y relacionar ideasempíricas del modo concreto en que la evolución lo ha propuesto en el cerebro tras una experiencia directa y continuacon el medio natural. De ahí surge, por ejemplo,  la ilusión de la causalidad como categoría "a priori". La causalidad es una simple tendencia de nuestro cerebro a relacionar ideas que se nos aparecen habitualmente unidas, y esta tendencia existe y funciona así, porque es el modo en que se favorece la probabilidad de supervivencia del organismo.

Pero, ¡ojo!, esa tendencia evolutiva a relacionar ideas para fortalecer o debilitar una creencia ¡no será nunca capaz de justificar la necesidad ni la universalidad en nuestro "conocer", sino sólo la probabilidad! El cerebro funciona así, debido a la forma en que es el mundo habitualmente ha funcionado a escala mesoscópica por lo menos durante los millones de años que ha llevado la evolución del mismo...

Pero eso es todo: el cerebro no da para más. Sólo podemos asegurar una cierta regularidad en los fenómenos del mundo en una escala determinada y por un tiempo determinado...y en absoluto podemos justificar con semejante limitación una generalización a la universalidad ni la necesidad: sólo podemos hablar de creencias más o menos probables sobre el mundo. Porque, por poner sólo un ejemplo, quizás durante 14.500 millones de años, a escala mesoscópica, la gravedad ha sido una fuerza atractiva pero, ¡cómo justificar que mañana mismo no lo será repulsiva! Es evidente que es poco probable, pero no es imposible...no podemos alcanzar la certeza en el conocimiento, ni siquiera sobre el cómo del funcionamiento del mundo.

¡Un cordial saludo y feliz año nuevo a todos!



domingo, 15 de diciembre de 2013

Sobre la injustificación del "a priori" Kantiano (y de Schopenhauer)

Un par de textos de ejemplo donde Schopenhauer donde se habla de la aprioridad de espacio, tiempo y causalidad. 


Este es de "La cuádruple raíz del principio de razón suficiente", Cap.IV, 21
[...]

Sino que su intelecto tiene que llevar en sí mismo, anteriormente a toda experiencia, la intuición del tiempo, del espacio y, con ellos, de la posibilidad del movimiento, y no menos debe poseer la noción de la causalidad para pasar de la simple sensación empírica a su causa y forjarse luego un cuerpo que se mueve con la indicada configuración.

[...]

Esto sólo nos es posible, porque el intelecto posee de antemano la noción del espacio, como forma del cambio de lugar, y la ley de causalidad, como reguladora del proceso del cambio de las cosas. La existencia de estas formas anteriormente a toda experiencia es en lo que consiste el intelecto.

[...]
Schopenhauer (y Kant) encuentran un problema (identificado ya por el empirismo) y propone una solución (muy bien detallada en la cita propuesta)...pero que parte de supuestos injustificados:

Dado que yo creo conocer, razona Schop., y dado que veo y pienso mis creencias como certeras, debe ser porque mi intelecto posee de antemano nociones "puras" como la del espacio y la causalidad, las cuales me permiten dicha certeza en el conocimiento...¡pero esa argumentación está viciada, puesto que da por "evidente" el supuesto que se quiere demostrar: que nuestro conocimiento es certero y no simplemente una probabilidad causada por el hábito!Y eso sin tener en cuenta la solución propuesta, la cual consiste en proponer una estructura (una noción innata) independiente de la experiencia, sobre la que no se especifica nada a parte de su "mágica" facultad de producir certeza: de su origen, naturaleza, y causa no se dice nada, ni mucho menos se justifican las cualidades que se le otorgan  (en ningún momento se demuestra que las mismas efectivamente tengan la capacidad o la cualidad de ofrecer un conocimiento certero y no sólo probable).

Para que Schop. o Kant hubiesen solventado realmente el problema, deberían haber descrito e indagado en el origen y naturaleza de dichas intuiciones anteriores e independientes de la experiencia; y por supuesto deberían haber justificado a partir de dicho estudio que, efectivamente esas intuiciones aplicadas producen necesidad y universalidad.

Es indudable que poseemos esas "nociones" independientes de la experiencia (ni siquiera Hume lo dudaba, hablando en innumerables ocasiones sobre diversas cualidades independientes del espíritu: como por ejemplo la capacidad de nuestro espíritu para reforzar o disminuir nuestra creencia sobre un asunto a partir del hábito de la observación de casos favorables o contrarios sobre el mismo), pero ¿por qué y como podemos afirmar con rotundidad que dicha capacidad intuitiva nos garantiza la certeza en el "conocimiento"? Y es que bien podría no ser así: la duda sigue vigente, y con ella el problema que el empirismo de Hume sacó a la palestra.

Ya he propuesto en otras entradas una posibilidad (de entre miles) que harían dudar de dicha infalibilidad (que ni Kant ni Schop. se molestaron en intentar demostrar). Me cito de nuevo, con perdón:
Pocos dudan hoy día de que las estructuras "innatas" de los seres vivos, son sólo un resultado de un proceso evolutivo: son quizás a priori de nuestra percepción, pero tienen un indudable origen a posteriori, son a posteriori de la evolución. Las estructuras "innatas" son frutos de la evolución; y son como son, porque así es como se ha capacitado mejor al (se ha mejorado la probabilidad del) organismo para la reproducción y la supervivencia.

Pero es que estos a posteriori biológicos no están legitimados para justificar una necesidad y universalidad del conocimiento mediante su aplicación al entendimiento, sino que, al igual que hacía Hume, sólo nos permite hablar de probabilidad y nunca de necesidad: la evolución no "busca" un entendimiento puro y fiel a la realidad, sino un "entendimiento" que mejore la probabilidad de supervivencia del organismo.
De ser cierto el caso que propongo (y es probable que lo sea),  nuestra capacidad mental sería fruto de un proceso evolutivo natural, y por lo tanto su configuración biológica (esos a posteriori biológicos) no estarían legitimados (o al menos surge la duda de si lo están) para justificar una necesidad y universalidad del conocimiento mediante su aplicación.

Un cordial saludo.

Rüdiguer Safranski hablando sobre Schopenhauer

Os dejo un articulo muy interesante sobre Shopenhauer aparecido en el diario Elpais.

Me ha asombrado mucho como el autor (Rüdiguer Safranski) concuerda con muchas de mis ideas de reconciliación entre la biología moderna (teoría del gen egoísta) y la obra de Schop.:

http://elpais.com/diario/2010/10/16/opi … 50215.html

Pongo algunas citas de interés:
Nuestra época, fascinada por teorías sobre «genes egoístas» y por la reducción del espíritu a las funciones cerebrales, debería considerar la filosofía de Schopenhauer como de máxima actualidad. Pero hay más de un obstáculo para ello. Por más que se celebra la marcha victoriosa de la biología en la técnica y en la ciencia, en general este convencimiento no quiere extenderse a la conciencia pública.
Sabemos que la metafísica, tanto la cotidiana como la que se encarama especulativamente, pregunta por el sentido del todo. ¿Por qué nos desazonamos?, ¿por qué este afán rabioso de trabajo, este correr en la rueda del hámster, este celo procreador? ¿Qué pasa con el todo? ¿Hacia dónde corre? Schopenhauer admite que es inevitable plantear estas preguntas, pero afirma también que no pueden obtener respuesta. La voluntad como fondo de pulsiones se quiere solamente a sí misma, quiere su propia conservación y, si es posible, el propio incremento. No está dirigida a una envolvente finalidad superior. No se esconde nada detrás de ella, fuera de esta ciega pulsión vital -hoy hablaríamos del gen egoísta-, una pulsión que en el hombre está unida con el entendimiento, que por lo regular escucha el mandato de la pulsión (del «interés») y sólo en casos excepcionales se despega de esos impulsos y mira desde la distancia. Según Schopenhauer, es lo que sucede en el arte, en la sobriedad de la ciencia y en una filosofía sin ilusiones. Él escogió a Edipo como patrón protector de su filosofía. El filósofo, escribía una vez a Goethe, igual que Edipo, necesita el «valor de no retener ninguna pregunta en el corazón», aun cuando de ahí se derive lo «más horrible». Para Schopenhauer quizá no se derivó lo «más horrible», pero sí algo descorazonador: la vida se quiere solamente a sí misma y nada más. No se esconde detrás ninguna otra cosa.
También muestra el artículo lo complejo e inútil, además de frustrarte, que es intentar luchar contra lo que somos:
Schopenhauer ha descrito penetrante e inolvidablemente tal superación de la voluntad como instantes de desasimiento, por no decir de redención. ¿Los experimentó realmente? Ahí está su talón de Aquiles. Él no fue ni santo ni asceta. Y tampoco se convirtió en el Buda de Frankfurt. Entendía brillantemente la negación de la voluntad siempre que no afectara a su voluntad. Y a ésta supo abrirle paso, a veces incluso con rudeza. Lo hizo contra su madre, a la que pretendía dar órdenes, como sustituto del patriarca tras la muerte del padre; contra casi todos los profesores de filosofía coetáneos, a los que insultaba como «emborronadores de absurdos»; contra los editores, por los que se sentía engañado, y contra las «mujeres», una especialidad suya (llegó a lanzar por la escalera a una vecina que merodeaba tras él con excesiva curiosidad; por lo menos eso es lo que ella afirmaba). En el café Greco de Roma los artistas que allí se congregaban trataron de impedirle la entrada porque ya no soportaban más su constante regañar y sus aires de sabiondo. En su habitación de Berlín, desengañado y agriado, golpeaba los muebles con el bastón de paseo. Al pedirle explicaciones, refunfuñaba: «Doy cita a mis espíritus». Pero este duendecillo tenía sus momentos de «mejor conciencia», tal como él se expresaba; con todo, quedaba siempre en él una espina cuando no vivía a la altura de su inteligencia.
El artículo merece mucho la pena ser leído.

¡Un saludo!

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vivimos en el peor mundo posible

El principio antrópico evita cualquier problema estadístico, y el hecho de la necesidad de una asimetría en el tiempo y la entropía en un mundo capaz del albergar vida consciente, nos puede asegurar que no importa lo mucho que intentemos imaginar un mundo peor posible, entrará siempre dentro de una clase de la que podemos tomar como representante al nuestro.

Voy a intentar formalizar esto para que quede lo más claro posible:

1) El peor mundo imaginable (posible o no) requiere de vida (o estructuras) conscientes de su existencia, y que dicha existencia requiera de recursos (lo que sea) que desear (dando lugar a necesidades y sufrimientos).

2) Un mundo posible, y capaz de albergar vida consciente, requiere de una asimetría entrópica sea cual sea su naturaleza. Es decir, debe haber lugares o partes de dicho mundo más desordenadas que otras, y además, dicha entropía debe aumentar en una dirección del tiempo (asimetría temporal).

3) En dicho mundo, deben actuar leyes naturales en el espacio-tiempo, las cuales permitan y sean aptas para que se produzca un proceso evolutivo de estructuras en creciente orden, y que finalmente den lugar a una estructura capaz de generar conciencia mediante su funcionamiento. De manera que dichas leyes y sus constantes físicas, estarán finamente ajustadas para permitir la existencia de seres conscientes. El problema estadístico se resuelve mediante el principio antrópico, ya que sólo mundos bien ajustados -por muy improbables que sean- podrán albergar vida consciente –que, por cierto, serán conscientes de la improbabilidad de su mundo-.

Por lo tanto:

Aceptar 1) es inevitable. ¿Qué puede haber peor que un mundo con posibilidad potencial de permitir un sufrimiento consciente? (y luego veremos de nuevo que el hecho de que ese sufrimiento sea eterno no es viable). ¿Es posible sufrir sin una asimetría temporal y sin algo que necesitar? ¿Es posible una necesidad sin algo que necesitar? ¿Es posible necesitar algo sin no poseerlo, o no poseer algo sin una asimetría entrópica que diferencie lo que tenemos de lo que no? 

Aceptar 2) y 3) es de perogrullo. Un  ser consciente requiere de una estructura material que funcione y actúe en el espacio-tiempo dando lugar a sus pensamientos. Esto es así, y proponer lo contrario no es racionalmente estable: es irracional suponer una consciencia que no requiera de una estructura material de apoyo. Además, aunque se negara tal necesidad material, aún se necesitaría de una asimetría temporal para poder dar lugar a pensamientos, y en definitiva es absurdo proponer una consciencia sin materia, espacio y tiempo sobre las que pensar: ¿sobre qué va a discurrir una conciencia dentro de una nada? Igualmente, al aceptar 1), necesitamos que esa conciencia sufra, y el sufrimiento requiere de necesidades. Una necesidad requiere de asimetría temporal, y de algo que desear, lo que requiere de sustancia y de asimetría en su distribución (asimetría entrópica temporal).

Una vez aceptado lo anterior, llegamos a lo siguiente:

Todo mundo que cumpla 1) formará parte de una clase de mundo abstracta a la que podemos llamar P (clase de peor mundo posible). Además, hemos visto que dichos mundos requieren cumpir 2) y 3) para ser consistentes.Nuestro mundo está dentro de esa clase P, junto con otros mundos imaginarios posibles más o menos similares, los cuales compartirán todos las características requeridas por 1), 2), y 3) para representar el peor mundo posible. Podemos incluso tomar nuestro mundo real y conocido como representante de esa clase, y asegurar junto a Schop. que sí que vivimos en el peor mundo posible (o, como poco, en un representante de P).

Dentro de la clase P, quizás habrá otros mundos posibles cuantitativamente peores que el nuestro; pero eso no es algo relevante: da igual que se sufra conscientemente más o menos, lo importante es el hecho potencial del sufrimiento consciente. Todo mundo que cumpla 1) es candidato a pertenecer a la clase P. Lo importante es comprender que dentro de P, no habrá mundos cualitativamente peores que el nuestro, ya que, por ejemplo; mundos con existencia consciente infinita -que es el único ejemplo cualitativamente peor que por lo visto se nos ocurre, y os reto de nuevo a proponer otro- no son viables debido a las restricciones de 2) y 3). Una asimetría entrópica y temporal impiden la existencia eterna de ninguna estructura -consciente o no-: ¡en un periodo de tiempo infinito y con asimetría entrópica, cualquier estructura tiene la certeza (probabilidad igual a 1) de sufrir un accidente fortuito que la destruya!

miércoles, 14 de agosto de 2013

La hipocresía ecologista (consciente o no)

Hace poco he leído las siguientes afirmaciones en boca de un autor famoso (uno entre miles que afirman lo mismo):

"El conocimiento de estos errores [ecológicos] puede ayudarnos a los humanos globalizados del XXI a detener el proceso de colapso de nuestra sociedad y nuestra especie:

La deforestación y la destrucción del hábitat
Los problemas de suelo (erosión, salinización y reducción por ello de la fertilidad y productividad)
Los problemas y errores en la gestión del agua (escasez, contaminación, tratamiento de aguas residuales)
Sobreexplotación de la caza
Sobreexplotación de la pesca
[...]"

Siempre me hacen gracia estas afirmaciones...cómo si la racionalidad humana pudiese actuar contra la irracionalidad intuitiva latente en nosotros y al orden de los preceptos evolutivos.

No comprenden que el conocimiento racional jamás va a poder rebatir la fundamental base génica de nuestro comportamiento:

En el fondo lo que impera es la supervivencia al corto/medio plazo: sobrevivir aquí y ahora, ya que el futuro es incierto. Eso es lo que nuestros genes llevan inscrito, y es lo que hacemos, y haremos durante lo que perdure nuestra especie: obedecer a la biología.

Por ejemplo:

- Si tengo familia con hijos, yo voy a trabajar en una central térmica (o en un pesquero o una explotación agrícola industrial) aunque sepa que estoy destruyendo el planeta: lo importante es que mis hijos coman hoy, y no voy a dejar a mis hijos pasar hambre (o malnutrición) para que dentro de 1000 años pueda o no comer alguien (ya que el futuro es incierto).

- Además hay que tener en cuenta el importante hecho de la escasez de recursos en la Tierra: Si hay un caladero de pesca en el mar...si no lo arraso yo, lo hará el país (comunidad o municipio) más cercano, por lo que mejor acaparo yo el recurso para beneficio mío y de los míos, antes de que lo haga el otro.

El problema de fondo con todo este tipo de propuestas ecologistas es siempre el mismo: la utopía racional (o la hipocresía inconsciente o consciente, según el caso). Siempre es gracioso ver a ecologistas activistas, llevando al colegio a sus hijos en todoterrenos, mandando mensajes electrónicos con un iPad (o similar), con teléfonos de última generación, con ropa (de marca o no) proveniente de la esclavitud de trabajadores del tercer mundo, comprando comida en supermercados (la cual se acapara de productos de proveedores de segura procedencia industrial), etc.

Las mismas personas que racionalizan y comprenden que nos estamos cargando el mundo (hecho innegable), luego no son capaces de evitar comprar en una tienda el pescado (o fruta/verdura) que provienen de la misma sobreexplotación que rechazan. Quieren que se deje de pescar en masa, pero no quieren luego tener que ir con una caña a pescar una trucha al rio, o que alguien se la pesque al por menor, y tener que pagar por ella 100€: no comprenden el funcionamiento del mercado, y la relación que la demanda y la oferta tienen en el precio o coste de un producto (y no me refiero al capitalismo).

Yo veo, como digo, una clara e inevitable inconsistencia e incongruencia, entre el conocimiento racional y nuestra realidad evolucionista, que es la que determina en última instancia la conducta del individuo.

Ocurre algo similar a cuando vemos a un sacerdote o sacerdotisa (monja o lo que sea) entrando desesperado en un centro de salud o solicitando ayuda médica urgente: racionalmente reniegan de la ciencia y sus consecuencias (fundamentalmente de la rama de la biología del a que la medicina se nutre), pero luego no tienen más remedio que aceptar (obedecer) sus preceptos evolutivos y acudir en ayuda (real) ante una situación de peligro para su supervivencia.

Bueno, no me extiendo más.

Un cordial saludo, amigos.



viernes, 12 de julio de 2013

El absurdo


Saludos: 

Son las 3 de la madrugada, y aquí me encuentro, en vela junto a mi hija: la cual sufre de 40 de fiebre. Lleva cuatro días luchando contra unas anginas: miles de bacterias alojadas en su cuerpo; las cuales no hacen más que luchar ellas también por no desaparecer.

Y en estos momentos me parece todo tan absurdo: tantos seres vivos luchando por la supervivencia con una desesperada vehemencia, pero sin ningún motivo aparente más que un férreo y ciego deseo de ser: de seguir siendo. No cabe duda de que existe una irracional voluntad de vida en el mundo.

Veo a mi hija luchando ahora, y también preveo todas sus futuras luchas, preveo toda una vida de lucha y dolor, exclusivamente por y para satisfacer la necesidad de seguir siendo.

Con este humor no es de extrañar que me venga a la cabeza la acertada cita de Schopenhauer que dice que: "Bien puede decirse que la vida es un episodio que viene a perturbar inútilmente la sagrada paz de la nada".

Y no se trata de ser pesimista, no, ¡por favor!; se trata de ser realista: de mirar el mundo sin el velo de engaño e ilusión que nuestro propio ser nos infunde con el único propósito de obligarnos a luchar con más ahínco por el ser: se trata de mirar la vida tal cual es, un absurdo, una lucha constante y sinsentido por querer ser.

Todo esto evidentemente ya nos lo adelantó Schopenhauer cuando dijo que:

"Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras, cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas".

Estas frases resumen para mí la realidad de la vida en el mundo. Una realidad filosófica del siglo XIX, que hoy día no hace más que confirmarse tras numerosas revelaciones llegadas desde diversas ramas del saber científico. 

El nihilismo de la vida es hoy, gracias a las modernas teorías darwinistas basadas en el gen, algo que queda ya fuera de toda duda: y ¡sorpresa!, las ideas del gran filósofo de Danzig se ven correlacionadas con las modernas conclusiones a las que nos lleva la biología.

La soberanía de la Voluntad en nosotros se refleja en el poderío del gen, el dominio de la “esencia” del genoma sobre los actos del ser (su fenotipo). Y el ciego e irracional querer ser, es correlacionado sin duda por el proceso evolutivo. Por eso siempre pensaré, y creo que con razón, que Schopenhauer fue un enorme visionario que permanece infravalorado e incomprendido.

Lo dejo aquí; cansado y desvelado de madrugada: lleno de dolor viendo a mi hija sufrir…por sufrir. Me voy a su lado, a consolarla, y a luchar junto a ella; cosa que haré mientras mi cuerpo aguante: porque no hay que olvidar que todos somos hijos de la misma Voluntad.


Buenas noches…




lunes, 15 de abril de 2013

The Optimism Bias: A Tour of the Irrationally Positive Brain - Tali Sharot


While the capacity for both awareness and prospection has clear survival advantages, conscious foresight also came at an enormous price—an understanding that somewhere in the future, death awaits us. This knowledge—that old age, sickness, decline of mental power, and oblivion are around the corner—is less than optimistic. It causes a great amount of anguish and fear.
Ajit Varkil, a biologist at the University of California at San Diego, argues that the awareness of mortality on its own would have led evolution to a dead end. The despair would have interfered with daily function, bringing the activities and cognitive functions needed for survival to a stop. Humans possess this awareness, and yet we survive. How?
The only way conscious mental time travel could have been selected for over the course of evolution is if it had emerged at the same time as false beliefs. In other words, an ability to imagine the future had to develop side by side with positive biases. The knowledge of death had to emerge at the same time as its irrational denial. A brain that could consciously voyage through time would be an evolutionary barrier unless it had an optimism bias. It is this coupling—conscious prospection and optimism—that underlies the extraordinary achievements of the human species, from culture and art to medicine and technology. One could not have persisted without the other. Optimism does not exist without at least an elementary ability to consider the future, as optimism is by definition a positive belief about what is yet to come, and without optimism, prospection would be devastating.

"The Optimism Bias: A Tour of the Irrationally Positive Brain - Tali Sharot"

Recomiendo este libro a todos aquellos "creyentes" de los diversos Dioses y Vírgenes que se han inventado e imaginado desde los orígenes de la humanidad: debéis saber que ese sentimiento maravilloso e inefable que os hace "creer", no es más que mera consecuencia de un simple proceso cognitivo de vuestro cerebro evolutivo: el hombre ha evolucionado para distorsionar y falsear la realidad exterior, de manera que pueda obtener así el consuelo necesario para sobrellevar el conocimiento consciente del sufrimiento y el dolor implícito del mundo.

http://www.amazon.com/Optimism-Bias-Irrationally-Positive-Vintage/dp/0307473511

(si alguien quiere leer el libro pero no gastar dinero, os puedo pasar una versión en formato epub ;))

"The Optimism Bias: A Tour of the Irrationally Positive Brain - Tali Sharot"


Recomiendo este libro a todos aquellos "creyentes" de los diversos Dioses y Vírgenes que se han inventado e imaginado desde los orígenes de la humanidad: debéis saber que ese sentimiento maravilloso e inefable que os hace "creer", no es más que mera consecuencia de un simple proceso cognitivo de vuestro cerebro evolutivo: el hombre ha evolucionado para distorsionar y falsear la realidad exterior, de manera que pueda obtener así el consuelo necesario para sobrellevar el conocimiento consciente del sufrimiento y el dolor implícito del mundo.

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viernes, 12 de abril de 2013

Realismo depresivo

A continuación transcribo un comentario mío realizado en la web Evolución y Neurociencias, al respecto del heurístico del optimismo que la ciencia propone poseemos programado en nuestro cerebro: http://evolucionyneurociencias.blogspot.com.es/2013/03/el-realismo-depresivo.html


No hace mucho tuve una experiencia personal al respecto. Puse en mi tablón de Facebook algún comentario sobre alguna noticia desagradable (no recuerdo cuál), y los posteriores comentarios en mi muro fueron degenerando en un debate optimismo-pesimismo. Pues bien; los comentarios optimistas de mis amigos (la mayoría de ellos con estudios superiores) eran exasperantes: una amiga mía, por ejemplo; doctora ella, llegó a justificar el enorme dolor en el mundo con las "cosas buenas de la vida", poniendo el estúpido ejemplo de que ella pasa, de vez en cuando; unos buenos momentos leyendo un libro al sol de la tarde.

Ese comentario fue el rematé: ¡¡justificar una actitud optimista frente al mundo, con unos nimios momentos de bienestar que la sociedad occidental se procura a costa del sufrimiento del 3er mundo y del mundo en vías de desarrollo me parece no sólo una estupidez sino incluso una actitud deleznable (si no fuese por el hecho de que dichos comentarios son actos del subconsciente heurístico del optimismo, claro)!!

Y es que no hay ilusión más poderosa en nuestra mente que la producida por el heurístico del optimismo. El mundo es terrorífico, de eso no hay dudas; basta con visitar los hospitales, los manicomios, las cárceles, observar las guerras, los asesinatos, el hambre en el mundo, la enfermedad infantil, el tráfico de esclavos, las salas de tortura, los cadalsos y todos los rincones donde habita la más negra miseria, los barrios ínfimos de nuestras grandes ciudades, las minas, las fábricas, donde se obtiene el derecho a respirar a cambio de catorce horas diarias de trabajo embrutecedor, incluidos niños de ocho años. Sin olvidarnos, por supuesto, del sufrimiento constante del hombre: la necesidad constante de obtener recursos y de luchar por ellos: luchar a diario ante la presión ambiental (la misma presión ambiental que permite el proceso evolutivo). Destacando también el dolor por el tedio y el aburrimiento de quienes tienen todas sus necesidades cubiertas (a costa del sufrimiento de sus congéneres), y el sufrimiento que el conocimiento de la levedad del ser y la inevitabilidad de nuestra muerte produce.

Ante esta perspectiva, es evidente que hombre, durante su evolución; debió forzosamente desarrollar mecanismos de defensa, entre los cuales yo creo que destacan dos: el heurístico del optimismo del que se habla en esta entrada del blog, y el heurístico que nos guarda de la autolesión.

El primero permite una actitud positiva hacia la vida, sin importar la realidad a la que nos enfrentemos. Lo cual nos empuja a seguir luchando por la vida frente a toda adversidad y, si es necesario, emborronando nuestro raciocinio y falsando los hechos objetivos. El heurístico que nos guarda de la autolesión, es un complemento indispensable del anterior. A veces (o muchas veces) el sufrimiento en la vida es tal, que el heurístico del optimismo es incapaz de consolar al individuo. En esos casos, y mientras mejora la situación lo suficiente, es indispensable que el cerebro posea un mecanismo inconsciente que evite que el individuo se autolesione (similar, por ejemplo; al que evita el incesto) y cometa un suicidio (a veces este mecanismo falla y el resultado es la muerte).

A mí personalmente, el conocimiento de la existencia de estos heurísticos me produce un enorme sentimiento de disgusto. Y me produce este sentir porque me hacen inferir la poca libertad de acción que poseemos. Me hace comprender con claridad que sólo somos maniquís en manos del proceso evolutivo: como diría Richard Dawkins, me confirma que sólo somos máquinas de reproducir genes: a toda costa y a cualquier precio.

El hecho de que nuestro cerebro venga programado con heurísticos, dan clara muestra de que ese supuesto libre albedrío es sólo una ilusión. Y es que no sólo somos máquinas programadas para luchar vehementemente por la reproducción y la supervivencia, es que incluso somos máquinas programadas para falsear la realidad: máquinas para las que todo vale con tal de conseguir los objetivos evolutivos.

Y el disgusto que siento es todavía mayor cuando tomo conciencia del nihilismo de la vida. Me explico:
Hoy es un hecho que, la evolución, causa de nuestra aparición en el mundo, es una simple ley física reducible a leyes mecánicas y térmicas más fundamentales. El proceso evolutivo es simple consecuencia de las leyes físicas del mundo, y es indudable  que estas leyes no persiguen en esencia ningún fin racional, que simplemente son así. Y al ser la evolución un proceso físico natural más también carece de un fin esencial: Simplemente es un proceso que surge espontáneamente a consecuencia de que las leyes físicas más fundamentales. Así pues, la evolución es un proceso ciego e irracional, un proceso espontáneo que ha creado estructuras materiales complejas (seres vivos). Y obviamente, el producto de un proceso espontáneo natural, que no persigue en esencia una finalidad racional (que sólo es como es, y actúa como actúa) no puede poseer un objetivo en esencia diferente al de su causa. Así pues, por duro que nos parezca, compartimos el nihilismo del resto de estructuras materiales del mundo. ¡Luchamos y sufrimos en nuestras vidas esencialmente por y para nada (luchamos por luchar)!
¡Sobrevivimos contra viento y marea, nos reproducimos, nos esforzamos por acaparar recursos, peleamos a diario contra el resto del mundo por nosotros y nuestros hijos, pero todo eso lo hacemos esencialmente por y para nada; lo hacemos porque estamos programados para hacerlo! ¡Incluso una gran parte de nuestra conducta es dictada por un subconsciente que escapa de nuestro control racional!
El mundo natural me parece cruel, y el heurístico del optimismo me parece el culmen de la crueldad, la máxima injusticia. El mundo nos obliga primero a ser conscientes (porque es evolutivamente favorable) de todo el dolor, y posteriormente nos lanza a falsear la realidad con el único fin de empujarnos a seguir luchando por y para nada esencialmente relevante. (Juzgar a la naturaleza de ser cruel no tiene mucho sentido por supuesto; el mundo simplemente es así, pero yo subjetivamente percibo esta realidad del mundo como un acto cruel).
Por último, es importante comprender que, si cuando lees comentarios como este que estoy haciendo (y que el autor hace en la entrada del blog), percibes una sensación desagradable y de rechazo,  que esa sensación es producto precisamente del heurístico de optimismo de tu cerebro. Evita eso prejuicios e intenta vislumbrar el mundo objetivamente.

Bueno, lo dejo aquí :).

Un saludo a todos.

martes, 9 de abril de 2013

La muerte

Evitar la muerte en lo posible es un objetivo natural de todo ser vivo (junto con el instinto de reproducción). Todos luchamos por mantenernos vivos, desde la bacteria unicelular hasta el ser humano. Parece ciertamente que hay una voluntad en el mundo que empuja vehementemente en este sentido.

Una visión moderna podría relacionar esa lucha por la vida, con una lucha contra las leyes termodinámicas del mundo, las cuales son, paradójicamente, en gran medida responsables de la aparición de la propia vida. No querer morir, es no querer que nuestra estructura corporal se desintegre; lo que supone una lucha continua contra las leyes naturales. Esta lucha es la base de todo el sufrimiento en el mundo.

Por otra parte, somos fruto de una ley natural evolutiva, la cual se puede reducir (y se debe) a leyes físicas más fundamentales: como la mecánica y la termodinámica. Esto nos debe hacer sospechar de que esa voluntad instintiva de la que todos somos partícipe, debe ser compartida por todo ente natural en el mundo. Y, es cierto que es eso lo observamos, por ejemplo, al estudiar la vehemencia con la que los cuerpos se mueven en el espacio, siguiendo rutas geodésicas, y presentando una lucha ciega ante cualquier cambio de trayectoria o estado. Acelerar un cuerpo inerte supone un trabajo; un esfuerzo, y eso es así porque el cuerpo se resiste naturalmente al cambio: es lo que se ha venido en llamar la ley de inercia.

Todo en la naturaleza parece obedecer a los designios de una ciega voluntad, de la cual nos tenemos que contentar con conocer sus diversas representaciones en el mundo.

En este punto, podemos tomar una actitud más o menos mística, y asociar esta voluntad con una entidad independiente del mundo: con una Voluntad, o podemos simplemente contentarnos con asociar esa voluntad simplemente con las propias leyes naturales. Sea como fuere, el resultado es muy similar, puesto que el conocimiento de facto en uno y otro caso es casi el mismo.

Este impulso irracional del que hablamos, lo vemos representado tanto en el movimiento de los átomos, como en la motivación humana, y además, dicho impulso es responsable no sólo de la aparición de la vida, sino del sufrimiento que hay en ella. Y esto es así debido a una lucha interna entre los diversos entes vivos (y no vivos) por seguir existiendo, acaparando el máximo de recursos posibles, los cuales son necesarios para mantener las complejas estructuras materiales, en contra de la 2ª ley de la termodinámica.

Esa voluntad o impulso natural es causa determinante en la aparición de todo fenómeno natural, y también es a la vez responsable de las calamidades en el mundo. La naturaleza lucha irracional y espontáneamente contra sí misma.

Y la muerte sí es indudablemente una solución al sufrimiento [b][i]individual[/i].[/b] Estar vivo requiere constituir y mantener un cuerpo complejo, el cual necesita de continuos recursos. Esto impone ya de base, y sin tener en cuenta otras necesidades del ser vivo como el deseo de reproducción, una lucha continua por mantener el organismo. Esa lucha, esa necesidad, nos garantiza un sufrimiento el cual sólo puede ser aliviado con la propia muerte.

Tampoco es plan de tirarse por un puente porque; primero de todo, la propia naturaleza nos ha grabado en la cabeza un miedo terrible a autolesionarnos, el cual es tan complicado o más de superar que la aversión al incesto, y segundo, porque no hay prisa: la naturaleza ya se encarga de matarnos a todos más o menos lentamente.

La vida es un sufrimiento pero es finita, por lo que no tiene mucho sentido aligerar lo que por otra parte es inevitable. Una vez que se comprende el sufrimiento, y se comprende el nihilismo y pesimismo del mundo, la vida se antoja más llevadera. El que nada espera no sufre decepciones, ni se agobia ante la adversidad. El pesimismo es la mejor herramienta para lograr una actitud estóica; actitud ciertamente necesaria para minimizar el sufrimiento en este  mundo.

Bueno, lo dejo aquí, con el fragmento de una obra que desde siempre me ha llamado la atención:

Jorge Manrique

 (1440-1479)


  Coplas por la muerte de su padre


  Recuerde el alma dormida,        
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte              5
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,             10
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

  Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,                           15
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar             20
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

  Nuestras vidas son los ríos        25
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;                          30
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos          35
y los ricos.

Invocación:

  Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,            40
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,                           45
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

  Este mundo es el camino
para el otro, que es morada          50
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,             55
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.


Desde siempre me ha parecido que no hay mayor consuelo ante la vida, que el saber que algún día moriremos.

Un saludo, amigos.

sábado, 2 de marzo de 2013

Naturalizar a Schopenhauer (II)


Me gustaría compartir con vosotros una pequeña reflexión: ¿os habéis planteado alguna vez las enormes semejanzas que existen entre la filosofía de Schop. y las conclusiones a las que está llegando la ciencia moderna? Para no extenderme mucho os propongo un ejemplo concreto:

Es aceptado que la ciencia moderna  reduce la existencia humana (y la vida en general) a un puro proceso evolutivo dado en el espacio-tiempo. Dicha evolución la basan únicamente en procesos mecánicos (naturales) sobre moléculas materiales muy particulares (destacando la molécula de ADN). Esto reduce toda la casuística de la aparición, desarrollo, y conservación de la vida a simples procesos físicos.

Todos los procesos físicos implicados en la ley evolutiva, base de la existencia, se basan tan sólo  en procesos mecánicos actuando en el espacio-tiempo y regidos por las leyes naturales. Pero entre esas leyes naturales  (o regularidades empíricas continuamente observadas ;)) destaca la llamada “segunda ley de la termodinámica”, la cual viene a decir que el mundo(el Universo) tiene una tendencia innata hacia el desorden, el cual DEBE ir siempre e irremediablemente en aumento.

De esta forma la vida (simple proceso natural) parece así consistir en una constante e irracional lucha del propio universo contra su propia esencia. El desorden DEBE aumentar en el mundo, pero existen; sin embargo, ciertas estructuras en el mismo que luchan ciega pero vehementemente contra esa norma: la vida es pues una especie de "deseo" agónico y desenfrenado de orden contra natura, un deseo sinsentido e irracional (y a su vez causa de todos nuestros sufrimientos. Somos seres conscientes, fruto de ese deseo irracional de orden (clara equivalencia con la máxima objetivación de la Voluntad propuesta por Schop.); y nuestro sufrimiento es causado por nuestra obligación de satisfacer esa necesidad irracional). Nuestro sufrimiento es causado así por una constante necesidad de satisfacción hacia nuestra esencia. Parece ser que nuestro sufrimiento es causado por alguna especie de lucha interna en la esencia del mundo: por una parte se exige el desorden, pero por otra se busca el orden. Vamos, es que es algo calcado a la propuesta Schopenheriana de una Voluntad en sí que muestra una lucha fenoménica contra sí misma.

Yo realmente veo tras la ciencia moderna una aproximación equivalente a la filosofía de Schop., sólo que nuestro autor partió del estado del arte filosófico-científico de su época, y lo hizo lo mejor que pudo. No comparto, como sabes, el modo en que llegó el autor a sus conclusiones, aunque sí veo muy justificada sus principales conclusiones revisadas bajo la ciencia actual.
La base filosófica de Schop. fue una extraordinaria proeza teniendo en cuenta la época en que vivió el autor (muy especialmente su postura pesimista del mundo). El pesimismo que Schop. inauguro debería estar hoy, gracias a la ciencia; más vivo y vigente que nunca. Sorprende el hecho de que no sea así. Claramente la poca cultura filosófica entre los científicos y la poca cultura científica entre los filósofos tenga gran parte de culpa.

Estoy convencido de que en algún momento, un Schop. moderno, con el carisma suficiente, naturalizará la obra de Schop. y restaurará su filosofía, aunque debidamente actualizada a los tiempos que corren.

Bueno, no me enrollo más :).

Un cordial saludo, amigos.