lunes, 30 de junio de 2014

Dicha plena a mis 35 años


No puedo negar que gran parte de mi blog tiene una valoración pésima sobre la realidad. Y cualquiera que me haya leído estos años, estará de acuerdo en que poseo una indudable tendencia pesimista sobre la visión de la realidad. Esta tendencia negativa, puede ser debida, a grandes rasgos, a dos causas opuestas: puede ser que mi naturaleza psicológica posea un sesgo pesimista sobre el modo de comprender el mundo o, lo que es más probable; puede ocurrir justo lo contrario: que poseo el "don" de poder observar y distinguir sin sesgos psicológicos optimistas una realidad que es de por sí pésima.

Sea como fuere, me veo en la obligación de escribir este post, que va a ser puramente optimista, aunque solo versará sobre un asunto personal y, por desgracia, transitorio:

En unos días voy a cumplir 35 años. Es, en mi opinión, un momento muy importante y fundamental en la vida de toda persona, puesto que ya ha vivido lo suficiente, en teoría, para haber encaminado su vida hacia el objetivo propuesto en años previos. Pienso que es la edad ideal para hacer inventario, y estudiar qué tal le ha ido a uno en la vida. Y eso es justamente lo que me propongo hacer a continuación:

Bien; empecemos con un aspecto general sobre mi vida: he crecido en una familia totalmente desestructurada, con unos padres alcohólicos (en mayor o menor grado según épocas), que poco hicieron por mi, a parte de otorgarme unos genes lo suficientemente buenos como para saber sobreponerme a la desgracia de criarme en un ambiente como este (mi hermana también ha conseguido superar nuestra desgracia, y muchas veces hablamos maravillados de lo bien que hemos terminado para como nos hemos criado). Mi infancia transcurrió entre pelea y pelea, y de bar en bar. Poco más hay que añadir. Mi adolescencia, para no ser menos, igualmente transcurrió entre graves discusiones familiares, y con el añadido de una ruina económica familiar. A lo que hay que sumar el hecho del ya de por sí complejo periodo psicológico que acontece en la adolescencia. Puedo asegurar que durante mi adolescencia sentí lo que puede ser el equivalente a vivir en un infierno terrenal.

Y con más pena que otra cosa, llegué de este modo a la mayoría de edad. A los 18 años, y recién terminado el C.O.U., tuve que dejar de estudiar, y empezar a trabajar de reponedor en un centro comercial Carrefour (que en aquel entonces aún se llamaba Pryca xD). Fue una época interesante en mi vida, porque fue allí donde pase de niño atormentado, a ser un hombre adulto y fuerte. En ese trabajo compartí 8 horas diarias con otros compañeros que eran mayores que yo, por lo que no tuve más remedio que aprender de la vida a marchas forzadas; aunque eso sí, a fuerza de porrazos. Aprendí sobre la competencia, la traición, la avaricia, y lo que el ansia por conseguir más puede llevar a una persona  a hacer hacia los demás. No estoy exagerando: en esta empresa me ocurrió y observé de todo. Pero ¡ojo! también aprendí lo que es el compañerismo y el trabajo en equipo. Lo que es la camaradería y el esfuerzo común por conseguir un objetivo por banal que este sea (diseñar, organizar y reponer una sección de productos en un supermercado).

Durante esta época de mi vida, y cuando aún me estaba reponiendo de una complicada adolescencia, la tragedia se cebó de nuevo en mí. Al menos yo lo viví como una tragedia: el hecho es que, en pocas palabras, me quedé calvo. En unos pocos meses perdí gran parte del pelo, y con él casi toda mi autoestima. Es evidente, y si no os lo parece yo os lo puedo garantizar, que para cualquier chaval de 19 años perder el pelo es una verdadera tragedia. Inevitablemente caí en una gran depresión (ríete tú de la depresión de los años 20 :P). El que haya pasado por una fuerte depresión comprenderá fácilmente lo que sentí en esos momentos. A modo de resumen, decir que me aislé socialmente, y que me convertí en un zombi que apenas hablaba y que se comportaba como si un robot fuese.

Lo estaba pasando muy mal, y cada vez iba a peor. Pero para mi sorpresa, y cuando peor me sentía, un compañero de trabajo me hizo "espabilar". Fue la primera persona que se molestó en intentar ayudarme (a pesar del evidente problema psicológico por el que pasaba, nadie jamás siquiera se acercó a hablar conmigo sobre qué problema tenía). Y no es que hiciera gran cosa, ni que me ofreciera una magnífica terapia psicológica; lo suyo fue más bien un empujón. No sé bien cómo explicarlo. Cada día me "tiraba" hacia delante; pero no con bonitas palabras de consuelo, sino al modo como un sargento enseña a un soldado a sobrevivir en un campo de batalla. Simplemente me zarandeaba emocionalmente día tras día, hasta que consiguió "despertarme". Jamás olvidaré lo que ese hombre hizo por mí. Porque sin él, yo simplemente no estaría ahora mismo escribiendo esta entrada.

Las cosas, por fin, comenzaron a mejorar en mi vida. Ya una vez "espabilado", el fundamental punto de inflexión llegó gracias a una mejora en mi situación económica. Estábamos comenzando el siglo XXI (año 2000), y tuve la suerte (y los conocimientos necesarios), como para saber y poder aprovechar la buena coyuntura que existía en aquel entonces para montar un rentable negocio en Internet. Una vez puesto en marcha, el negocio me ocupaba apenas 4 horas al día, y sin embargo me rentaba lo suficiente como para permitirme dejar mi trabajo de reponedor, y poder retomar así mis estudios:

Y eso hice. Dejé de trabajar en el Carrefour (ya era Carrefour y no Pryca ;)), y me matriculé en un módulo superior de desarrollo de aplicaciones informáticas (lo que tradicionalmente se llamaba FP2). Hacía ya años que yo me dedicaba al análisis y la programación informática (aprendí de modo autodidacta), por lo que literalmente sabía más que la mayoría de profesores del módulo. En el año 2002 terminé el módulo casi sin esfuerzo, y conseguí al mismo tiempo acceso automático a la universidad (ya que, aunque tenía el C.O.U., en su día no pude hacer la selectividad).

De todas formas, y sin lugar a dudas, el suceso más importante que me ocurrió en ese fantástico año (2002) fue el siguiente: conocí a la preciosidad que más tarde sería mi mujer, y la madre de mis hijas. Empezar a salir con ella fue algo maravilloso. La felicidad que desprendía constantemente transformó y mejoró mi vida por completo, puesto que aún por aquella época todavía arrastraba cierto complejo por el tema del pelo, y porque la situación familiar en casa con mis padres iba de mal a peor. Pero ella y su familia (una encantadora familia) lo cambiaron todo en mi vida: me enseñaron un nuevo mundo de alegría y de cariño fraternal.

Ya desde el 2001, con los beneficios de mi negocio, me compre un terrenito de 500 m2, y comencé a construir la que es hoy día mi casa. Y por otra parte, en el 2002, con el módulo ya terminado, me matricule en la universidad. Mi objetivo: llegar a ser Ingeniero Informático. La cosa resultó ser más dura de lo que yo esperaba, y tuve que aplicarme a fondo para poder ir terminando a curso completo por año.

Para abreviar un poco, sólo decir que desde ese fenomenal 2002 hasta el 2006 sólo hubo felicidad en mi vida, y poco más hay que añadir: estudiaba mucho, trabajaba en mi negocio, y disfrutaba de mi noviazgo. Ya en el 2006 tenía mi casa con piscina terminada (y pagada); la carrera de ingeniería medio lista, y mi negocio aún rentando algo, aunque ya mucho menos que al inicio. Ese mismo año, en cuanto finalizaron las obras, y sin dudarlo un segundo, me trasladé a vivir a mi nueva casa junto con la mujer de mi vida. Dejar al fin mi complejo e infernal domicilio familiar fue un verdadero alivio para mí.

En el 2007 presenté el proyecto fin de carrera y obtuve, por fin, mi ansiado título universitario. Había conseguido sobreponerme a todas las dificultades que me impidieron estudiar en su día.

Mi negocio en Internet ya casi no me rentaba nada en el 2007, pero tuve la suerte de conseguir entrar ese mismo año a trabajar como analista-programador junior en un empresa que apostó por mí, aún sabiendo que no tenía apenas experiencia en la tecnología en la que iban a trabajar (entorno web en Java). Aprendí mucho en los dos años que estuve allí, y fue la empresa que me permitió arrancar profesionalmente.

Un momento clave en mi vida ocurrió en el año 2008. Con mis estudios terminados y ya con un trabajo estable, ocurrió algo que aún no sé si fue intencionado, fortuito, o una mezcla de ambas cosas: mi novia se quedó embarazada de la que es hoy mi primera hija, Paula. Al año siguiente, en el 2009, volvió a ocurrir otro suceso inesperado, cuando mi segunda hija quiso venir al mundo (Noelia). Esta vez sí que sabemos que la cosa fue totalmente fortuita y para nada intencionada; aunque ahora nos alegramos muchísimo de que así ocurriera. En cuanto mi segunda hija nació aprovechamos para casarnos por lo civil.

En el 2010, casado, con mis dos hijas creciendo sanas, sin deudas, y con un muy buen trabajo en una empresa grande, decidí hacer un máster universitario oficial. La verdad es que no he amortizado lo que ese máster me costó, y no creo que llegue a hacerlo. La idea era seguir luego con el doctorado en ingeniería, pero tras un fugaz intento, tuve que dejar aparcado el proyecto de doctorarme, porque me fue literalmente imposible llevar mi casa adelante, y sacar tiempo para seguir estudiando. Algún día prometo terminarlo ;). De todas formas, el máster fue más un divertimento que otra cosa; aunque en él hice buenos amigos, y también tuve la suerte de poder estudiar junto a mi hermana (que también es ingeniera y se matriculó en el mismo máster).

En el 2012, la empresa en la que trabajaba quebró, y tras un breve y desagradable paso por una consultora informática (cárnica como ella sola), terminé trabajando en la empresa en la que actualmente continuo como analista-programador. Es una pequeña empresa, lo que significa que cobro mucho menos, y que tengo contratos muy precarios. También hace ya hace bastantes años que no tengo mi negocio en Internet. De todas formas no puedo quejarme, puesto que lo compenso con el hecho de que no tengo ninguna deuda con bancos ni financieras, y que actualmente con mi carrera y experiencia profesional es difícil que llegue a faltarme el trabajo.

Y así hemos llegado al que es en este momento el año 2014; y también a mi 35 cumpleaños:

Puedo decir, resumiendo, que no tengo deudas, que tengo una buena casa con piscina, estudios universitarios, un trabajo, una mujer estupenda que me atrae físicamente y como persona, y dos hijas maravillosas. También tengo un buen amigo (amigo de verdad), una hermana estupenda que se acaba de quedar embarazada, y muchas amistades, conocidos y familiares con los que comparto una buena relación. Y también puedo decir, por muy presuntuoso que suene, que todo lo he logrado yo, contra todo pronóstico, contra un destino adverso, y sin la más mínima ayuda paternal o familiar.


Me siento profundamente orgulloso de mí mismo; porque a mis 35 años he conseguido lo que se puede entender como una especie de dicha plena: he logrado todos los objetivos que la evolución nos empuja vehementemente a conseguir, y lo he logrado apenas sin ayuda de nadie. Si hay algo que se pueda llamar o entender como ser feliz, yo personalmente pienso que consiste precisamente en eso, en satisfacer la mayor cantidad de necesidades evolutivas, y en sobreponerse a grandes dificultades de manera estoica. En este sentido se puede decir que soy inmensamente feliz.

Pero no te preocupes, amigo lector, que no me engaño. En absoluto. Soy consciente de que las necesidades humanas son ilimitadas, y de que tarde o temprano todo se termina torciendo y acaba precipitando en desengaño o en desgracia. Es cuestión de tiempo para cualquier persona: las enfermedades y los accidentes están ahí, y además escapan totalmente de nuestro control. Pero sinceramente, eso no me preocupa; me da igual que hoy mismo me fulmine un rayo, porque nada ni nadie podrá jamás borrar todos mis logros personales, y mucho menos la felicidad y el gozo que he llegado a sentir por ellos.