domingo, 25 de junio de 2017

Microcosmos, por Lynn Margulis y Dorion Sagan

"Paradójicamente, al magnificar el macrocosmos para encontrar nuestros orígenes, apreciamos claramente tanto el triunfo como la insignificancia del individuo. La unidad más pequeña de vida -una sola célula bacterial- es un monumento de patrones y procesos sin rival en el universo como lo conocemos". (Lynn Margulis y Dorion Sagan)

Me gustaría recomendaros un grandioso libro llamado Microcosmos, escrito por Lynn Margulis y Dorion Sagan. Este libro mejor que ningún otro es capaz de abrirnos los ojos en lo referente a que la individualidad personal de la que tanto presumimos es realmente muy difusa; y de que si se estudia el asunto de la vida a nivel bioquímico queda enseguida patente que todo el camino recorrido por la misma hasta nuestros días ha sido y es una mera "lucha" universal natural y espontánea en favor de la estabilidad estructural que garantiza el ser parte de un conglomerado de átomos dispuestos de modo que garantice la mayor probabilidad sobre el objetivo fundamental y esencial de maximizar el consumo energético en cada momento determinado (maximizar el aumento de entropia).

Porque no fue sólo como muchos piensan que las primeras moléculas prebióticas se agruparon espontáneamente formando estructuras químicamente estables HASTA que apareció la célula procariota y se lanzó entonces así la vida (siendo ésta otra cosa); sino que simplemente la vida no es más que la CONTINUACIÓN (el resultado de un aumento exponencial en la complejidad estructural inicial) de esta misma y única tendencia natural compartida por toda la dinámica animada desde sus propios orígenes. La sociedad humana, por ejemplo; no es más que un conglomerado de personas, mientras que las personas no son más que un conglomerado de células eucariotas; las células eucariotas aparecieron a partir de la simbiosis de varios tipos de células procariotas, y las células procariotas son el resultado de millones de años de "evolución" de moléculas prebióticas que comenzaron a agruparse y a trabajar juntas en pos de la estabilidad química del conjunto. De esta manera nosotros no somos en esencia más que esto mismo: 8 mil millones de personas cada una de las cuales somos en esencia el resultado de trillones de células que se afanan en mantener su estabilidad mediante anidados procesos internos autopoyéticos que terminan reducidos finalmente a nivel molecular (e incluso atómico). Nada más, ni nada menos. ¡Nuestros objetivos como especie y los "objetivos" de aquellas primeras moléculas anteriores a lo que entendemos como célula procariota son esencialmente los mismos! Lo único que se ha producido durante estos miles de millones de años ha sido una continua gradación en el aumento de la complejidad estructural que estas moléculas toman, pero el objetivo, lo "buscado" a nivel físico, sigue siendo lo mismo a cualquier nivel de abstracción: lograr maximizar en todo momento y a toda costa el aumento de entropía, lo cual es equivalente a decir que se pretende siempre maximizar el consumo de energía libre. De hecho, físicamente un aumento en la complejidad estructural se sabe (desde la termodinámica) que requiere forzosamente de un mayor consumo energético, y es precisamente este simple hecho lo que supuso la carrera evolutiva que ha llevó a nuestros días.

Porque el hecho de que el mundo (el fenómeno) tienda a comportarse de modo que una mayor complejidad estructural garantice siempre más estabilidad y consumo energético (y un mayor aumento entrópico), parece indicar claramente el modo en que la naturaleza favoreció con sus leyes la posibilidad de que el mundo inanimado acabase dando lugar al mundo animado: era y es cuestión de tiempo que el proceso acontecido aquí en la Tierra hace 4000 millones de años se reproduzca en cualquier parte del Universo únicamente con tal que las condiciones ambientales sean suficientemente favorables para que sea posible la química requerida con la que lanzar el proceso "evolutivo" en pos del mayor consumo posible.

De hecho, Lynn Margulis y Dorion Sagan en su libro postulan también con la idea de un futuro donde la vida abandonará finalmente los límites terrestres, expandiendo por todo el sistema solar primero y por la galaxia y el resto del Universo más tarde este mismo "ansia" natural por lograr devorar aceleradamente cuanta más energía libre mejor. A esta idea los autores del libro la denominan la teoría del Supercosmos, y no es tan descabellada como parece visto lo visto en nuestro planeta. Es bastante posible, e incluso probable, que la misma tendencia que lanzó a simples moléculas prebióticas a organizarse y reorganizarse durante millones de años hasta desarrollar el cerebro humano capaz de desarrollar cohetes con los que vencer la fuerza de la gravedad, siga y persevere en esta tarea natural de consumo exponencial de modo que tarde o temprano la complejidad alcanzada (por el hombre o por cualquier especie futura que nos sustituya) logre finalmente colonizar otros planetas o satélites. 

Es asombroso reconocer la posibilidad de que una vistazo al futuro dentro de algunos millones de años podría desvelar una expansión espacial de la vida aquí originada. Y aunque seguramente no serán humanos (tal y como hoy nos conocemos) los que habiten esos otros mundo, e incluso los "colonizadores" quizás sean tan distintos que se traten de "aparatos" no basados siquiera en el carbono, hay una cosa segura: la esencia de tales "seres" será la misma (la única) esencia compartida por todo fenómeno complejo observado: maximizar el consumo de energía libre (a la par que se maximiza el aumento en la complejidad estructural y por ende de la entropía total del Universo).

En palabras de Lynn Margulis y Dorion Sagan:

"[...] tanto si el ser humano consigue llevar el medio ambiente primitivo del microcosmos al espacio, como si muere en el intento, la vida perece sin duda tentada de ir en esa dirección. Y la vida, hasta el momento, lo ha resistido todo excepto la tentación."

Un saludo, compañeros.

9 comentarios:

David Bravo dijo...

Muy bueno!!

Samu dijo...

Gracias, David :).

Unknown dijo...

"mientras que las personas no son más que un conglomerado de células eucariotas"

Bueno, esto es una concepción materialista, y el materialismo fue puesto en un enorme aprieto por Kant y Schopenhauer. No sólo es una idea que no se puede probar, sino que es el intento de explcarnos lo inmediatamente dado (la consciencia) por lo dado mediatamente (la materia), que siempre está sometida a las formas del conocimiento. En cuanto al camino seguido por la vida (y no solo por la vida, sino por todo lo que es fenómeno), me parece mucho más acertada la visión de Schopenhauer: el camino ciego de la voluntad, que solo se hace "visible" e inserta en el espacio y el tiempo mediante el conocimiento.

Unknown dijo...

"De esta manera nosotros no somos en esencia más que esto mismo: 8 mil millones de personas cada una de las cuales somos en esencia el resultado de trillones de células que se afanan en mantener su estabilidad mediante anidados procesos internos autopoyéticos que terminan reducidos finalmente a nivel molecular (e incluso atómico). Nada más, ni nada menos. ¡Nuestros objetivos como especie y los "objetivos" de aquellas primeras moléculas anteriores a lo que entendemos como célula procariota son esencialmente los mismos! Lo único que se ha producido durante estos miles de millones de años ha sido una continua gradación en el aumento de la complejidad estructural que estas moléculas toman, pero el objetivo, lo "buscado" a nivel físico, sigue siendo lo mismo a cualquier nivel de abstracción: lograr maximizar en todo momento y a toda costa el aumento de entropía, lo cual es equivalente a decir que se pretende siempre maximizar el consumo de energía libre."

De hecho, la forma en que necesitas recurrir a la idea de "afanarse", "buscar", etc, ya revela que hay algo inexplicable en todo eso, un vacío que la filosofía de Schopenhauer cubre. En última instancia, no podemos decir por qué la vida tiende a mantenerse y perpetuarse, por qué se busca esa maximización del consumo de energía, por qué no es al contrario, por qué no se encamina a la nada, por qué una partícula atrae a otra partícula, etc.

Por lo demás, el error básico de esta idea lo he mostrado en el comentario de antes: es el error de decir "no somos en esencia más que", "no somos más que". No, eso en todo caso sería en el fenómeno, no en el mundo en sí mismo, no en la esencia de lo que el mundo es sin mediar el conocimiento y todas sus formas. Y ni siquiera eso, porque la consciencia (el sujeto), también dice algo sobre lo que somos, y es una de las dos partes del fenómeno e irreductible a la materia, es decil al objeto que la consciencia se representa.

Samu dijo...

Gracias por tus comentarios, Marco.

Dices que es vano el intento de explicarnos lo inmediatamente dado (la consciencia) por lo dado mediatamente (la materia) pero no estoy de acuerdo: lo inmediatamente dado (la consciencia) hoy día sabemos que es parte del propio fenómeno: de la materia. El cerebro material neurológico es causa y origen de la mente (y de su fruto la consciencia) la cual surge tras un (cada mejor entendido) proceso electro-químico, por lo que realmente no es justo ni honesto diferenciar lo inmediato de lo mediato. Todo es una y la misma cosa: fenómenos mecánicos en movimiento.

Y desde esta perspectiva sí es sin duda acertado decir "que las personas no son más que un conglomerado de células eucariotas". Las células materiales que nos componen dan lugar a todas nuestras propiedades físicas pero también conductuales y mentales. No hace falta nada más en un hombre que células para explicarlo por completo, y por tanto objetivamente se puede decir que eso es todo lo que somos: una compleja red de células ajustadas evolutivamente tal y como los potenciales químicos dictan siguiendo las leyes termodinámicas.

También dices: "De hecho, la forma en que necesitas recurrir a la idea de "afanarse", "buscar", etc, ya revela que hay algo inexplicable en todo eso, un vacío que la filosofía de Schopenhauer cubre."

Eso es cierto. El mundo no cabe duda de que presenta una especie de tendencia natural hacia un objetivo de optimización del consumo de energía total, pero hay muchas formas de llenar este vacío fenoménico. De hecho, dado lo inescrutable de la verdadera esencia del mundo esta disposición natural se puede interpretar de infinitas maneras: con hipótesis deístas, teístas, panteístas, etc. Y no hay nada que permita discernir o favorecer una propuesta sobre la otra ya que todo lo que tenemos para reflexionar es el mundo empírico.

Un saludo.

Unknown dijo...

Gracias por la respuesta, Samu. En realidad, no sabemos que la consciencia sea parte de la materia, o un resultado de ésta. Eso es solo una suposición materialista muy frecuente en la ciencia, que asume sin más, sin poder probarlo, que la materia es la cosa en sí kantiana, y por tanto el fundamento de todo lo que existe. Y no es posible probarlo porque no es posible salirse del sujeto (consciencia) para ver ese objeto (materia) existente por sí mismo. Todo objeto presupone el sujeto, y éste no es efecto del primero. Por mucho que se entienda cómo funcionan los procesos físico-químicos del cerebro, por mucho que se conozca lo que hace cada partícula, no es posible ni será nunca posible concluir cómo de eso nace la consciencia, porque son mundos diferentes. Unas bolitas que interactúan con otras bolitas solo pueden dar lugar a un mundo objetivo de bolitas, todo queda en el fenómeno material, en ese lado de la representación que no puede dar el salto al otro lado: al sujeto. Todo lo que se puede afirmar con seguridad es que hay una correlación entre la materia cerebral y la consciencia, pero no que sea una relación causal. Causa y efecto es una ley que solo vale para la relación entre objetos, ya que es precisamente una condición a priori del sujeto (intelecto), una “herramienta” con la que podemos conocer el mundo objetivo, no una ley del mundo en sí.

He visto, por cierto, que a veces mencionas a Schopenahuer, y por tanto no te es ajeno. Creo que cuando se lee a este viejo maestro, así como a Kant, y sobre todo, se les comprende bien, todo este problema se ve muy claro. La manera en que pusieron el materialismo en un serio aprieto es difícilmente rebatible.

Por lo demás, me alegro de que estemos de acuerdo al menos en un punto, porque este punto puede llevar a primero: Siempre hay un misterio inexplicable en el mundo, que en este caso se muestra si se quiere profundizar en la comprensión de los fenómenos más simples. De esto se deduce que el mundo fenoménico (el mundo como se nos representa) no es la realidad en sí misma, sino solo el resultado del filtro de un conocimiento limitado. La materia, las células, etc, no son más que la forma visible de lo que el mundo es, una forma que necesita de espacio, tiempo y causalidad, que son formas a priori del conocimiento, condiciones de posibilidad de la experiencia del mundo. Si ahora mismo desaparece todo ser cognoscente, desaparece la materia como tal, solo queda la esencia del mundo tal cual es, sin tiempo ni espacio ni causalidad. Lo mismo para la tierra hace miles de millnoes de años: no era nada definido porque la definición la pone el conocimiento, y solo bastaba que apareciese un ser vivo y consciente para que tomase forma.

Samu dijo...

Saludos de nuevo, Marco. Te respondo lo mismo que te he respondido al comentario que has hecho en otra de mis entradas de este blog:

Tu postura sobre la IA me parece que no se mantiene en pie hoy día. Es una propuesta que hace un par de siglos podía ser aceptable pero que lamentablemente tras los avances acontecidos con la teoría de la evolución, los avances neurológicos y fundamentalmente los avances en el propio terreno de la IA, ya no son congruentes.

Cada vez está más claro el modo en que la conciencia emerge como resultado de un proceso mecánico electro-químico de nuestro cerebro material, cada vez está más claro que este cerebro fue moldeado por la evolución durante millones de años, y cada vez está más claro el modo en que conseguir imitar y simular nuestras habilidades mentales (imitando precisamente a las redes neuronales biológicas); lo cual llevará más pronto que tarde a la aparición de una conciencia artificial indistinguible de la nuestra.

También es la postura que comentas retrógrada en el sentido de que bebe de ideas anteriores de los avances en astrofísica y cosmología, cuando no se sabía aún que hay miles de millones de otras galaxias y planetas con posibilidad de albergar vida consciente e inteligente de muy diversa naturaleza material. Es muy posible que existan otros muchos seres inteligentes por el Universo y que algunos de ellos quizás sean más parecidos a avanzados "organismos" no basados en el carbono con forma quizás metálica y parecidas a lo que entendemos como "robots", y que aún así sean tan conscientes como nosotros.

Por último, la epistemología evolucionista garantiza que incluso antes de la aparición de la conciencia (hace miles de millones de años), es requisito que existiera aún así el propio fenómeno que observamos hoy día, y que dicho fenómeno fuese muy similar (si no igual) al que nuestros sentidos captan en estos momentos de modo que el proceso evolutivo material que nos ha dado origen pudiera acontecer.

Un saludo, amigo.

Unknown dijo...

Samu: Marco Antonio -y sin necesidad de remontarse más lejos que a Schopenahuer- (que es el límite de lo "políticamente correcto" para citar en un post científico) te está dando las pistas (más bien las RESPUESTAS) que tanto buscas.

Has recorrido todo el camino desde lo "científico" y has llegado a la puerta misma que te da las respuestas que te faltan... es cuestión no más de que te animes a dar el paso que falta si quieres completar las páginas de ese libro que no has leído.

:-)

Solemos charlar en otro foro, por ahí te sigo molestando por allí ;-)

Samu dijo...

Gracias como siempre por tus comentarios, Dario.

Me alegra saber que estás ahí atento a mis artículos.

Un fuerte abrazo.

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