sábado, 24 de diciembre de 2016

Pero, ¿para qué quieres que haga todo eso mamá?

“El arte de la vida es el arte de evitar el dolor” (Thomas Jefferson)


No hace mucho escribí en este mismo blog algunos aforismos. Uno de ellos pretendía ser parte de una especie de diálogo entre un hijo y su madre, y venía a decir así:
- ¡Come, hija mía! estudia, aprende, y crece sana. Consigue un buen trabajo, forma una familia y ¡dame nietos!
- Pero, ¿para qué quieres que haga todo eso mamá? 
- ....
Para qué. Dos simples palabras que engloban y participan en cada pregunta filosófica fundamental imaginable. Desde luego, todos los progenitores vivimos en mayor o menor medida con un ansia natural porque nuestra progenie crezca sana, alcance la edad fértil, y acabe ella misma formando su propia familia. Esto es algo natural. Cualquier perjuicio que pueda sufrir uno de nuestros hijos nos duele tanto como si nos ocurriera a nosotros, y toda nuestra conducta termina casi por completo orientada en conseguir precisamente que estos hijos nuestros sigan con éxito el ciclo de la vida.

Necesitamos que nuestra descendencia coma bien y que crezca sin problemas, que se adapten al mundo aprendiendo alguna profesión de manera que puedan conseguir el día de mañana los recursos necesarios con los que puedan hacer frente por ellos mismos al coste vital. Deseamos desde lo más profundo de nuestro instintivo ser que los niños se hagan adultos y que continúen el mismo ciclo en el que nosotros ya participamos.

Todo esto es así; es algo natural e instintivo, y no es necesario siquiera reflexionar sobre el para qué de dicha conducta, es algo que simplemente sentimos. Tampoco el niño suele preguntarse sobre el porqué de todos esos actos "amorosos" del progenitor en su favor, los da instintivamente por algo necesario. Porque el niño conoce también las "reglas" naturales del juego, y actúa en consecuencia continuando el ciclo vital sin ni siquiera cuestionarlo por un segundo.

Por tanto, en el mundo natural, ese en el que todos nos movemos a diario; ni progenitor ni progenie se preguntan por esa velada lucha vital en la que ambos participan siguiendo una especie de simbiosis de sentimientos y emociones que finalmente se traducen en una colaboración mutua que deben obedecer: el primero se convierte en un apasionado maestro y mentor que ya no puede hacer otra cosa más que desvivirse por el segundo, un apasionado nuevo ser que no puede hacer otra cosa más que aprovecharse del esfuerzo paterno para lograr la madurez requerida con la que poder continuar este engranaje vital humano.

Pero como, nos guste o no, jamás podremos poner en duda seriamente el sentido de esta histórica sucesión vital (limitándonos por siempre como especie a actuar pragmáticamente hacia donde la naturaleza nos dirija en cada momento), nos debemos contentar con poder al menos filosofar sobre el sentido de nuestra lucha; pretender comprender la verdadera naturaleza esencial oculta tras nuestros sentimientos.

Y nos debemos limitar a filosofar sobre el tema, porque es un hecho que casi todos sentimos (y obedecemos) de manera innata estas emociones que nos hacen ser primero hijo, y más tarde padre, empujándonos con vehemencia a representar el ciclo de la vida. Ciertamente ninguna reflexión ni razón va a poder cambiar nunca nuestro instinto vital. La evolución ha grabado a fuego nuestras necesidades, y por mucho que reflexionemos sobre tales necesidades, no lograremos modificar nunca qué es lo que queremos ni lo que sentimos. Los sentimientos y las emociones son más fuertes que la razón, y es precisamente esa fortaleza la que blinda los "fines" evolución, los cuales no pueden ser por tanto contradichos de ninguna manera por argumentos llegados desde la reflexión.

Como el maestro Schopenhauer escribió una vez: "El hombre puede, acaso, hacer lo que quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere". Y la causa de esta imposibilidad práctica se origina en nuestra programación cerebral evolutiva. El ser humano es una especie sentimental por naturaleza, y debe siempre actuar de modo que se satisfagan esas innatas necesidades emocionales por mucho que razone sobre el mundo. De hecho, la mayor fuente de dolor que puede padecer un hombre proviene de la frustración aparejada a cualquier pretendida obstinación por ir desde la razón en contra de los instintos naturales evolutivos. Es esa una pelea interna llena de sufrimiento y condenada además desde el principio al fracaso.

En resumen: que ni hijo ni padre saben (ni necesitan saber) para qué nacen y viven del modo en que lo hacen. No conocen ni quieren conocer por qué quieren lo que quieren, sino que les basta con satisfacer aquello que sienten que quieren. Y en realidad, en esto nos movemos todos de una manera u otra: somos peleles, marionetas autónomas obligadas a cumplir una función natural siguiendo una guía emocional. Es evidente para todo aquel que se molesta en reflexionar, que sólo somos complejas máquinas térmicas persiguiendo una única finalidad y necesidad esencial velada detrás de todo lo demás: una necesidad forjada en el caso humano por trillones de conexiones neuronales en el cerebro. Una conexión cerebral que se limita a generar tras su procesado eléctrico una salida enfocada en última instancia siempre en un único "fin": continuar sin interrupción con el eficiente ciclo de consumo y destrucción que la propia complejidad de la vida lleva implícita. Eso es todo. El cerebro en su conjunto es un instrumento natural más, y como tal, debe su ser al proceso evolutivo lo que implica que debe su persistencia también en saber aportar a los "objetivos" evolutivos que le dieron forma. Realmente el padre quiere al hijo y el hijo quiere al padre únicamente porque forman parte de un medio por el que la naturaleza satisface su propia esencia.

Por tanto, la madre del aforismo debería haber seguido el diálogo de la siguiente manera:
- ¡Come, hija mía! estudia, aprende, y crece sana. Consigue un buen trabajo, forma una familia y ¡dame nietos!
- Pero, ¿para qué quieres que haga todo eso mamá? 
- Para que logremos así entre las dos satisfacer una necesidad natural esencial básica: intentar contribuir apasionadamente durante nuestra temporal existencia, y con todas nuestras fuerzas en que el consumo y la destrucción de la energía libre disponible en el mundo se acelere en lo posible. Y lo mejor que puedes hacer por "ayudar" a la naturaleza a saciar su acuciante necesidad de consumo es simplemente continuar el ciclo vital de la manera más "provechosa" posible. Así que come, estudia, crece, trabaja, forma una familia y dame nietos. Y de esa manera ambas nos sentiremos felices, puesto que con esta conducta seremos gratificadas por la propia naturaleza.
No se me ocurre respuesta más honesta que esa. Y nadie sabe realmente si esta tendencia básica natural por "buscar" y "explorar" estructuras y caminos con los que acelerar el consumo de energía libre (i.e., maximizar la generación de entropía) obedece a algún designio o deseo trascendente. No sabemos (ni por desgracia podremos saber nunca) si nuestra existencia, que ahora entendemos como un simple medio con el que lograr de manera eficiente esta satisfacción termodinámica, tiene detrás (más allá del fenómeno) algo así como un Ente (o entes) que de alguna manera saquen provecho de esta "muerte" térmica acelerada de nuestro Universo inmanente. Es posible que sea así, y es posible que no lo sea. E incluso si Alguien o Algo se aprovecha finalmente de esta necesidad natural de destrucción acelerada, todavía tenemos una infinidad de tesis imaginables que podrían explicar cuál podría ser la Necesidad trascendental saciada con un mundo como el nuestro.

Es decir; que incluso dejando de lado la casualidad y el principio antrópico, todavía hay una infinidad de metafísicas posibles que podría sustentar (o no) esta tendencia ontológica natural en favor del consumo acelerado de la energía libre. En mi anterior (y controvertida) entrada del blog, ya comenté a fondo una de tales posibilidades y sus consecuencias éticas: http://quevidaesta2010.blogspot.com.es/2016/12/es-realmente-mejor-el-ser-al-no-ser.html. Evidentemente no es la única posibilidad metafísica imaginable, aunque sí es una cosmovisión completa (no deja preguntas abiertas), y muy acorde con los hechos empíricos observados (es bastante explicativa y sencilla en el sentido de Occam). Pero siendo justos, el diálogo anterior debería acabar de la siguiente manera:
- ¡Come, hija mía! estudia, aprende, y crece sana. Consigue un buen trabajo, forma una familia y ¡dame nietos!
Pero, ¿para qué quieres que haga todo eso mamá? 
- Para que logremos así entre las dos satisfacer una necesidad natural esencial básica: intentar contribuir apasionadamente durante nuestra temporal existencia, y con todas nuestras fuerzas en que el consumo y la destrucción de la energía libre disponible en el mundo se acelere en lo posible. Y lo mejor que puedes hacer por "ayudar" a la naturaleza a saciar su acuciante necesidad de consumo es simplemente continuar el ciclo vital de la manera más "provechosa" posible. Así que come, estudia, crece, trabaja, forma una familia y dame nietos. Y de esa manera ambas nos sentiremos felices, puesto que con esta conducta seremos gratificadas por la propia naturaleza.
- Lo entiendo mamá, pero esa gratificación de la que hablas viene acompañada también de mucho castigo y frustración, de una amarga lucha diaria simplemente por saciar esa necesidad natural termodinámica que comentas. ¿Realmente merece la pena padecer para "ayudar" en semejante fin completamente indiferente a nuestro destino como individuos? ¿Te parece lógico obedecer sólo porque somos chantajeados con un poco de emoción positiva cada vez que actuamos en favor de este fin, y para evitar la emoción negativa que inmediatamente sentimos en cuantos nos salimos del redil? ¿Debemos rendirnos ante esta tiranía natural?
- Hija mía, eso no lo sé. No sé si debemos rendirnos o no ante esta esencia natural que nos engatusa y nos empuja en lo que parece ser su "interés personal", porque no sé qué se puede esconder detrás del fenómeno natural. No puedo comprender si este papelucho que llamamos vida y que nos vemos obligados a escenificar sirve o no para algún fin trascendente. No puedo estar segura de que dejarse llevar no sea la opción correcta porque no sé si alguien o algo hallará después de todo fruto de toda nuestra lucha. Y del mismo modo tampoco puedo valorar, llegado el caso, sobre si dicha utilidad trascendente puede merecer o no la pena. Nuestro conocimiento sobre la Verdadera esencia del mundo es muy parcial, sensible, sesgada y se encuentra velada tras el modo en que nuestro cerebro evolutivo funciona. Valorar si la vida merece o no objetivamente la pena es tanto como pretender adivinar si el mundo natural posee un trasfondo pragmático más allá del mero fenómeno. Todo acaba siempre en una suposición infundada, una pura especulación sobre la esencia y el origen de la propia realidad inmanente: en una creencia y un prejuicio subjetivo y personal de cada hombre que vive y piensa. Han habido de hecho en la historia tantas metafísicas distintas como personas han poblado el planeta; y la vida tendrá o no tendrá un sentido objetivo (externo), pero es ese un conocimiento que jamás nadie podrá abarcar fuera de toda duda. Por lo tanto, yo no puedo más que aconsejarte que simplemente te dejes llevar, hija mía. Que no sufras más de lo necesario luchando contra algo que no puedes comprender si merece o no la pena. Déjate llevar y realiza el trabajo que naturalmente se te ha asignado, aprovecha la más nimia gratificación que se te ofrezca, y evita siempre el dolor que supone contrariar los fines de nuestro "diseñador" evolutivo. Y aunque nunca sabremos si nuestra lucha finalmente irá a servir para algo importante o digno del dolor padecido, al menos podemos mantener la esperanza de que así sea. De todas formas nuestra existencia es breve y de algún modo siempre soportable; y por supuesto, también es confortable saber que cada segundo vivido supone siempre un irreversible paso adelante en favor de terminar con el propio potencial de sufrimiento. Cada uno de nuestros suspiros, lamentos y gemidos consumen necesariamente de un modo u otro este potencial Universal capaz de generar nuevo sufrimiento, y supone al mismo tiempo una aportación en favor de la "muerte" térmica del mundo. Toma así cada instante de tu vida como un pequeño sacrificio gracias al cual todo podría terminar cuanto antes y por toda la eternidad.

7 comentarios:

Dr.Inverosimil dijo...

Este dialogo de madre-hija me recuerda aquel cuento donde la madre cierva explica a su pequeño hijo ciervo porque todo el tiempo están huyendo de los depredadores, y sin mas posibilidad, la madre tiene que aceptar(y decircelo al hijo) que habrá una muerte inminente algún día, bajo los colmillos de un depredador, pero que mientras tanto, su papel, su función, es procurar escapar en lo mayor posible a este trágico fin. ¿No es terrible? No el hecho de morir devorado por un predador, si no el hecho de no tener respuestas, de los "porques", de por que hay que jugar este estúpido papel. ¿Que es lo que mantiene en pie a todo animal en este planeta? Como ya lo dije en el tema anterior, los sistemas dopaminergicos, son el "soma de dios", la gran trampa, la razón de "sufro y no se por que tengo que sufrir, pero estoy tan enganchado a los vicios de este plano terrenal que no me quiero ir!". Y uno de esos grandes ganchos es esa extensión del ego llamado "hijos". Todos y cada uno de nosotros se le ha construido una 'Id', un ego, a través de las deformaciones mentales que provee el sistema mismo, ocultando esa verdadera escencia que de cuando en cuando se asoma la cual llama la psicología el subconsciente o inconciente, algunas otras corriente le llaman "el original", el "espíritu", etc. no satisfechos con estar dañados nosotros hacemos una extensión de este daño perpetuo a través de los hijos, asegurandonos de continuar esta esclavitud. Quienes nacimos con el defecto de fabrica de soma defectuoso, sabemos como se ve desde aca, con otro tipo de lente, se que es difícil que alguien "normal" pueda siquiera comenzar a entenderlo, estamos en una gran trampa, en una rueda de hamster, donde no heredas frustraciones y problemas solo a nivel de relación consciente entre humanos sino incluso a nivel ADN, "de a gratis".

Samu dijo...

Saludos, Dr.Inverosimil.

Tu comentario va en la línea de la segunda respuesta que da la hija del diálogo ficticio que he inventado pero, ¿qué responderías a la respuesta final que le da la madre? Si te fijas, la madre está de acuerdo en gran parte de tu comentario, pero ella siente que siendo honestos, para poder valorar realmente el sentido objetivo del fruto natural evolutivo del que formamos parte, primero habría que conocer la esencia trascendente del mundo (el soporte que dicta las leyes físicas que nos dan forma y nos conforman). Sin poder asegurar qué podría haber o dejar de haber "más allá" del fenómeno experimentado por nuestros sentidos, cualquier valoración que se haga reflexionando solamente de manera inmanente al mundo está injustificado y es ilegítimo decir que se trata de una reflexión realmente objetiva.

La vida es una mierda, de eso no hay duda pero: ¿sirve este duro pesar para algo "fuera" del propio mundo? ¿Se sirve Algo (o Alguien) finalmente de nuestro sufrimiento para satisfacer alguna Necesidad trascendente? La duda ontológica siempre estará ahí con nosotros, y esa duda es precisamente la que nos impide poder asegurar con certeza que la vida humana no tenga un sentido (que no sea subjetivo y personal). En resumen: qué bien es cierto que de manera inmanente la vida y la humanidad sólo aparecen como complejos fenómenos autónomos e impersonales, pero eso NO implica necesariamente que el sustento y el origen del propio fenómeno deba serlo. Quizás el mundo SÍ sirva para algo trascendente después de todo, y en tal caso la valoración sobre el sentido del ser dependerá de qué sea esa Realidad que transciende, y de los motivos o causas que llevaran a esa Realidad a crear y a sostener de ese modo tan concreto la física de nuestro mundo.

Te dejo con el final del diálogo para que entiendas mejor a qué me refiero:

"Valorar si la vida merece o no objetivamente la pena es tanto como pretender adivinar si el mundo natural posee un trasfondo pragmático más allá del mero fenómeno. Todo acaba siempre en una suposición infundada, una pura especulación sobre la esencia y el origen de la propia realidad inmanente: en una creencia y un prejuicio subjetivo y personal de cada hombre que vive y piensa. Han habido de hecho en la historia tantas metafísicas distintas como personas han poblado el planeta; y la vida tendrá o no tendrá un sentido objetivo (externo), pero es ese un conocimiento que jamás nadie podrá abarcar fuera de toda duda. Por lo tanto, yo no puedo más que aconsejarte que simplemente te dejes llevar, hija mía. Que no sufras más de lo necesario luchando contra algo que no puedes comprender si merece o no la pena. Déjate llevar y realiza el trabajo que naturalmente se te ha asignado, aprovecha la más nimia gratificación que se te ofrezca, y evita siempre el dolor que supone contrariar los fines de nuestro "diseñador" evolutivo. Y aunque nunca sabremos si nuestra lucha finalmente irá a servir para algo importante o digno del dolor padecido, al menos podemos mantener la esperanza de que así sea. De todas formas nuestra existencia es breve y de algún modo siempre soportable; y por supuesto, también es confortable saber que cada segundo vivido supone siempre un irreversible paso adelante en favor de terminar con el propio potencial de sufrimiento. Cada uno de nuestros suspiros, lamentos y gemidos consumen necesariamente de un modo u otro este potencial Universal capaz de generar nuevo sufrimiento, y supone al mismo tiempo una aportación en favor de la "muerte" térmica del mundo. Toma así cada instante de tu vida como un pequeño sacrificio gracias al cual todo podría terminar cuanto antes y por toda la eternidad."

Un saludo y gracias por comentar.

Dr.Inverosimil dijo...

Me hizo mucho ruido esta frase: "¿Se sirve Algo (o Alguien) finalmente de nuestro sufrimiento para satisfacer alguna Necesidad trascendente?" ¿Que seria una necesidad TRASCENDENTE? ¿Una dependencia seria una necesidad trascendente? por que al mencionar "dependencia" lo primero que se me viene a la mente por ejemplo es un drogadicto, que está a enganchado a X sustancia. El hombre depende de digerir animales muertos o plantas (ya esta comprobando que tienen una especie de consciencia y sufren también las plantas). Como es arriba es abajo... semejante sera un humano devorando la carne de una res o un cerdo, como la de alguien por encima del humano devorando la energía que desprende el sufrimiento del humano... ¿No se ve una perversidad muy obvia ahí? No solo en los que ejercen los hechos de devorar tal o cual cosa, si no mas de quien haya creado esa DEPENDENCIA, esa cadena o atadura hacia una violenta fagocitación? ¿No es derrotista la postura de esa madre ante el "déjate llevar" que le aconseja a su hija? ¿Quien que ha podido visionar esa perversidad implícita en este sistema, este sistema que parece mas un "gran estomago" que otra cosa podría decir simplemente "déjate llevar"? Yo a estas alturas del camino no podría ni decírmelo ni decircelo a alguien mas.

Samu dijo...

Pero das por hecho muchas cosas. Esa Necesidad trascendente, de existir, podría consistir en una infinidad de cosas aparte de ser una dependencia fagocitadora como dices. Desde el principio impones subjetivamente connotaciones negativas a esa posible trascendencia basándote únicamente en tus experiencias empíricas inmanentes del mundo. El mundo puede ser en su conjunto bastante negativo, pero eso jamás puede servir de evidencia a favor o en contra de que la causa y sustento de nuestra realidad necesariamente deba ser perversa. Tú (subjetivamente) puedes creer de ese modo, y te lo acepto por supuesto; pero también acepto en igual grado de verosimilitud la creencia de una persona que me diga que la realidad trascendente puede poseer un "noble" motivo para haber creado todo del modo en que lo vemos: ¿quién puede asegurar que no es el caso?

Yo ya expuse un claro ejemplo de este tipo de "nobleza" que comenté en mi entrada anterior: http://quevidaesta2010.blogspot.com.es/2016/12/es-realmente-mejor-el-ser-al-no-ser.html

Samu dijo...

Imagina que nuestro mundo, nuestra física y biología, son como son debido a un único acto de creación trascendente. Piensa en el caso de que nuestro Universo sólo fuese parte de los restos de una eterna Unidad primigenia que decidió su paso al no-Ser de la única manera que pudo dado su potencial esencial. Según esta hipótesis, nuestra vida y lucha diaria supondrían un medio con el que acelerar el fin del sufrimiento potencial: ¿no te parecería "noble" en este caso nuestro dolor? ¿No daría este caso sentido objetivo a la humanidad y a su vehemente lucha por consumir y "aniquilar" energía libre? La vida puede ser dolor, pero si ese dolor sirve por ejemplo, para poder acabar cuanto antes y de una vez por todas con el dolor Universal, ¿no crees que merece la pena invertir unas pocas décadas en esta tarea? Y más aún cuando la propia naturaleza nos gratifica (con dopamina, como dices) conforme actuamos en favor de esta destrucción "térmica" del mundo.

Y este es sólo un ejemplo: hay una infinidad de metafísicas posibles capaces de dar un sentido objetivo positivo a nuestro mundo (al igual que también hay una infinidad de posibilidades negativas y neutras). Por lo tanto, como la madre del diálogo no tiene más remedio que admitir: ante la falta de la más mínima posible evidencia trascendental, ¡aferrémonos a la esperanza, y abracemos al menos la recompensa que de vez en cuando nos otorga químicamente la naturaleza! Y "dejarse llevar" es el modo en que más y mejor nos vamos a sentir, el modo en que más leve y pasable será nuestras pocas décadas de existencia.

Quizás nuestra lucha como especie sirva de manera trascendente de alguna manera para algo positivo (desde el punto de vista humano), quizás no sirva para nada relevante (nihilismo), o quizás sirva para saciar una conducta trascendente negativa (sádica o perversa). No hay manera de saberlo simplemente viendo como funciona el mundo fenoménico, y mucho menos a partir de la sesgada reflexión de nuestro cerebro evolutivo. Tú sientes negatividad en el fenómeno y extrapolas injustificadamente una creencia negativa hacia la creación. Hay otros que sienten la misma negatividad, pero que extrapolan (también sin justificar) una creencia positiva hacia la creación (como ocurre con la mayoría de las personas religiosas, y también con muchos filósofos). Luego los hay que también (científicos y positivistas en su mayoría) ven lo negativo del fenómeno, pero que luego se aferran al nihilismo liberador (no hay sustento ni nada trascendente "más allá" del Universo, por lo que sólo hay que aguantar y disfrutar en la medida de lo posible de estas pocas décadas de existencia que la casualidad nos ha dado).

En fin. Que hay que tener mucho cuidado con nuestros prejuicios. Lo ontológico está y estará siempre oculto a nuestra razón, y literalmente todo es metafísicamente posible. Y es ante esta perspectiva sobre la que la madre del diálogo predica con el sacrificio y el dejarse llevar. ¿Para qué luchar contra algo que en esencia no se conoce, contra algo con lo que NO se puede luchar dada nuestra naturaleza evolutiva y que además no haría otra cosa más que empeorar nuestro temporal dolor existencial (siendo el final el mismo tanto si se lucha como si no)?

Samu dijo...

Nuestro Universo habrá sido causado por algún Ente con intenciones positivas, negativas o neutras (en lo relativo al hombre), o quizás todo fue causado por un proceso espontáneo (casual) como el propuesto por la hipótesis pseudo-científica del multiverso, pero la realidad es que la humanidad no tiene modo de poder distinguir ningún caso fuera de toda duda. Así que, ¿para qué luchar y sufrir más de lo necesario con rebeldía hacia lo incognoscible? No tiene sentido. Lo más lógico es aceptar el agnosticismo, abrazar la esperanza de una meta-realidad positiva, neutra o casual, y experimentar en lo posible con nuestras cortas vidas realizando aquellas tareas que naturalmente se nos han asignado...y si finalmente todo trata sobre una perversa trascendencia: ¡pues que le aproveche!

Un saludo.

Anónimo dijo...

Frente al absurdo no creo que se pueda dar una respuesta definitiva como "dejate llevar", por supuesto que puede ser la mas util o la que utilizamos la mayor parte del tiempo, pero que funcione para toda una vida con todos los momentos en los que nos enfrentaremos a contradicciones y limitaciones, lo dudo, y si en algún momento me apetece rebelarme o darle la espalda como decia Camus con la metafisica o el suicidio, las posibilidades de respuesta también son variadas y querer encerrar a la vida dentro de una sola me parece erroneo, no creo sinceramente que alguien logre convencerse siempre y en todo momento de "dejarse llevar", yo al menos no lo he logrado, siempre hay un momento en el que vuelo a encarar al absurdo y tengo que pensar sobre ello y claro lo que mejor funciona es "dejarse llevar" o como prefiero llamarlo yo "distraerse", pero eso de ninguna manera eso me hace inmune al futuro y su absurdo, me gusta pensar que tengo las posibilidades de respuesta abiertas, por supuesto sabiendo que todas son igual de absurdas, que nos quedaria si al menos no pudiéramos experimentar con nuestra vida y las posibilidades.

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